Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 3 de junio de 2025


¿Cuál? ¿Qué otro puedo probar? pregunté confundido, pero él sólo sacudió la cabeza. Reginaldo, con papel y lápiz en la mano, estaba tratando de descifrar y hacer comprensibles las letras por medios que varias veces había intentado yo, a saber: substituyendo la A por la B, la C por la D, y así todas las demás.

Comprenda bien, Mabel, que no deseo hacer méritos por lo pasado, ahora que su padre no existe y se encuentra usted sola. Comprenda también, desde el principio, que al tenderle mi mano lo hago como amigo sincero, lo mismo que lo haría con Reginaldo, mi antiguo condiscípulo y mejor amigo, y que, en adelante, defenderé sus intereses como si fuesen los míos propios. Y, entonces, le tendí mi mano.

Por espacio de un cuarto de hora, mientras Reginaldo estaba ocupado con los Dawson, père et fille, permanecí en consulta con la viuda, tratando de ver si conseguía algún indicio sobre el paradero de Mabel. La señora Percival pensaba que, más pronto de lo que creíamos, nos haría saber dónde estaba oculta; pero yo, conociendo tan bien la firmeza de su carácter, no participaba de su opinión.

Aunque Reginaldo y yo teníamos siempre nuestro pequeño pabellón de caza en Helpstone, después de la muerte de Blair no habíamos ido ni una sola vez. Además, aquella estación había sido de extraordinario movimiento en el comercio de encajes, y Reginaldo parecía más esclavo que nunca de su casa de negocio.

Hay dos grandes rocas, una a cada lado. En una de ellas se encontrará grabada una vieja E. Bajad a la mano derecha y hallaréis lo que buscáis. Pero primero encontrad al anciano que vive en la casa de las Encrucijadas.» ¿Qué significará todo esto? observó Reginaldo, y, volviéndose al señor Hales, añadió: La última parte se refiere a usted.

Un momento después fue introducido a nuestra presencia, y, saludándonos, exclamó, con una sonrisa: Supongo, caballeros, que tengo que presentarme yo mismo. Me llamo Dawson, Ricardo Dawson. Y yo soy Gilberto Greenwood dije con cierta frialdad. Mi amigo, aquí presente, se llama Reginaldo Seton.

Ayudado por Reginaldo, procedí de nuevo a colocar sobre la mesa las cartas como me había indicado, y las arreglé, según la extraña rima, en cuatro columnas de ocho cartas cada una, por orden alfabético. ¡Al fin! gritó Reginaldo, casi fuera de de gozo. ¡Al fin! ¡Ya la tenemos, viejo! ¡Mira! Lee la primera letra de cada carta hasta abajo, una columna después de otra. ¿Qué es lo que deletreas?

Realmente, nuestra desahogada posición actual se la debíamos a él, porque no sólo le había regalado a Reginaldo un generoso cheque que lo puso en condiciones de pagar todas las deudas que pesaban sobre su negocio de encajes de la calle Cannon, sino que a me había enviado, hacía tres años, con motivo de ser el día de mi cumpleaños, dentro de una modesta caja de plata, una letra contra sus banqueros, por una buena cantidad, lo cual me proporcionó, desde entonces, una pequeña renta anual muy confortable.

Y me puso ante los ojos dos retratos. Uno de ellos me era completamente desconocido, pero el otro lo reconocí en el acto. Este es mi viejo amigo Reginaldo Seton exclamé, que también era amigo de Blair. No declaró el monje, en un tono duro y significativo, no su amigo, señor... su más terrible enemigo.

Atención exclamó Hales, de pronto, paseando su mirada penetrante de Reginaldo a y sucesivamente, voy a hacerles una advertencia y bajó la voz hasta convertirse casi en un débil murmullo.

Palabra del Dia

ayudantes

Otros Mirando