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Actualizado: 3 de junio de 2025
El registro dice que hay que descender hasta el punto detrás del cual un hombre puede defenderse de cuatrocientos exclamó Reginaldo, leyendo una copia del original que sacó del bolsillo. Esto parece indicar que la entrada está en alguna estrecha grieta entre dos rocas. ¿No ves tú algo parecido?
Porque desde el momento que había hablado con fray Antonio, parecía existir una curiosa conexión entre el secreto del cardenal fallecido y la iglesia de Roma. Es preciso averigüemos y sepamos lo que hay de verdad observó Reginaldo. Pero tú no debes permanecer más tiempo aquí. Se está poniendo demasiado frío para ti añadió, poniéndose de pie de un salto.
Al encaminarnos juntos aquella noche fría por la calle Market discutiendo el asunto, porque habíamos preferido salir a quedarnos en el salón del hotel, a Reginaldo se le vino a la imaginación la idea de que tal vez entre los objetos pertenecientes al muerto estuviese el secreto escrito y sellado.
La senda que habían seguido conducía a la Horse Guard's Parade, y comprendiendo un momento después que mi debilidad no me permitiría caminar más, me vi obligado a volverme hacia las gradas de la columna de York, dejando solo a Reginaldo para que observase todo cuanto pudiese.
¡Sí! grité, casi fuera de mi razón y presa de la mayor excitación, el arreglo es perfecto. ¡El secreto de Burton Blair está descubierto! ¡Es una especie de registro! exclamó Reginaldo. Y empieza con las palabras: Entre el Ponte del Diávolo... ¡Este nombre es italiano, y supongo que querrá decir: ¡Puente del Diablo!
Todo eso está muy bueno respondí impacientemente, pero yo tenía un mundo de cosas que hacer, y algunos asuntos privados que atender. Tendrá que dejarlos descansar por un día o dos, ciertamente. Sí insistió Reginaldo; debes estar tranquilo, Gilberto. Estoy demasiado contento de que no haya sido tan grave como al principio creímos.
Cuando la luz se hizo, resultó la realidad de una manera terrible, dura e incontestable, pero, sin embargo, fue tan asombrosa y extraña, que la fe en ella vaciló y la duda pareció ocupar su lugar. Transcurrieron varias semanas tristes y pesadas antes que me sintiese suficientemente mejorado para salir, y al fin, acompañado por Reginaldo, hice mi primer paseo en coche.
Recuerda que en su niñez ha viajado mucho, y, por lo tanto, conoce las rutas. La debemos encontrar, Reginaldo declaré decisivamente. Pero lo peor es que ha resuelto dar este paso por escapar de ti me contestó. Parece que tiene alguna razón poderosa para proceder así. Razón que sólo ella conoce observé con melancolía.
Noches enteras había pasado con Reginaldo, tratando, en vano, de descubrir algo, pero siempre había sido inútil, pues no habíamos podido nunca descifrar ni una sola palabra. Cambié las letras de arriba a abajo, pero el resultado fue el mismo. No observó el anciano Hales, todavía no ha conseguido encontrar lo que buscaba; pero estoy seguro, sin embargo, de que anda cerca.
Traté muchas veces de hacerlo, pero nunca quiso revelármelo. «Era su secreto» me decía, y no añadía una palabra más. Reginaldo y yo habíamos tratado innumerables veces de saber lo que encerraba esa misteriosa bolsita, pero no habíamos tenido mejor éxito que la encantadora joven que estaba de pie delante de mí.
Palabra del Dia
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