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Actualizado: 13 de junio de 2025
Hablaba y pensaba como hablaban y pensaban los demás, y encontrar sus propias ideas, sus propias palabras, era tan imposible como encontrar en un montón de trigo un grano determinado. Sucede a veces que alguien dice algo fuerte, violento, que queda grabado en la memoria de los demás, aunque lo diga en estado de embriaguez o sin reflexionar.
El doctor, antes de responder se acercó a su hija, la examinó atentamente y le tomó el pulso. Pareció reflexionar un instante y luego dijo con grave acento: Hija mía, voy a pedirte un sacrificio y es preciso que me prometas no negármelo en modo alguno. ¡Dios mío! ¡me asusta usted, papá! exclamó Magdalena.
La organización de su nueva vida en su gran hotel de la Avenida de Alma, el aturdimiento de las fiestas que saludaron su enlace, el brillo de su tren de casa, de sus equipajes y vestidos, todo la ayudó, sin duda, porque al fin era mujer, a pasar sin reflexionar mucho, los primeros tiempos de su unión.
Después de reflexionar un poco, determiné ir a Cádiz para desde allí trasladarme a Madrid. Así lo hice, venciendo los halagos de Doña Flora, que trató de atarme con una cadena formada de las marchitas rosas de su amor; y desde aquel día, ¡cuántas cosas me han pasado dignas de ser referidas!
Debía reflexionar, ver con claridad las cosas. ¡Qué disparate! ¡partir abandonando a su Rafael! Nunca: era imposible. Leonora sonreía con tristeza. Aguardaba aquellas protestas. También ella había sufrido mucho, mucho, antes de decidirse a adoptar tal resolución.
Aún intentó un esfuerzo para dominar situación tan penosa, y echando miradas de alarma a la vidriera de su alcoba, dijo: «Pero usted... no reflexiona... que...». No pudo concluir esta frase trivial. La otra, que siendo cifra de todas las debilidades humanas, parecía más fuerte que la gran doctora y santa, se permitió sonreír oyéndola. «¿Y qué saco de reflexionar? Mientras más reflexiono peor».
Lugar y ocasión admirables eran aquellos para reflexionar, con los trapos sobre la falda, la aguja en la mano, los espejuelos calados, la cesta de la ropa al lado, el gato hecho una pelota de sueño a los pies de su ama. Aquel día doña Lupe tenía, más que nunca, materia larga de meditaciones.
Sí, cuando supe que había muerto, cuando supe cómo había muerto en el acto, sin tener necesidad de reflexionar me dije que yo sería soldado... ¡y seré soldado!... Mi padrino, y vos, señora, os ruego que no os opongáis... El niño se echó a llorar en una verdadera crisis de desesperación. La Condesa y el abate lo calmaron con dulces palabras.
Se siguen las ceremonias del culto por rutina, porque hablan a la imaginación, pero nadie se toma el trabajo de conocer el fundamento de las creencias que profesa; se acepta todo sin reflexionar; se vive a gusto, con la seguridad de que a última hora basta morir entre sacerdotes, con un crucifijo en la mano, para salvar el alma.
Lejos de darse a ellos, como hubiese hecho cualquier adorador impaciente y conste que la impaciencia es el error que malogra más victorias amorosas , don Juan se recogió a reflexionar con frialdad sobre la situación, ni más ni menos que podría un filósofo meditar sobre la ruina de un imperio.
Palabra del Dia
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