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Actualizado: 6 de junio de 2025
Juana salió a dar el recado, y volvió en seguida con una carta que puso en manos de doña Luz. Don Gregorio Salinas dijo Juana , me acaba de entregar esta carta, asegurando que será admitido en cuanto usía la lea. Dice que la carta es su credencial. Doña Luz, no bien tomó la carta y miró el sobrescrito, se quedó maravillada. Reconoció la letra de su padre.
Que el dicho indio fuese embustero, es posible; pero D. Nicolas del Puerto cree que lo mataron los indios Puelches, ú otros; porque en la entrada que se hizo de Chiloé por el alzamiento de dichos Puelches, pareció en poder de un indio no conocido, la carta referida, que él reconoció en Chiloé por ser de su letra.
4 Entonces Mesa rey de Moab era pastor, y pagaba al rey de Israel cien mil corderos y cien mil carneros con sus vellones. 6 Y salió entonces de Samaria el rey Joram, y reconoció a todo Israel. 7 Y fue y envió a decir a Josafat rey de Judá: El rey de Moab se ha rebelado contra mí; ¿irás tú conmigo a la guerra contra Moab?
Ella le reconoció a la primera ojeada, por haberle visto el día de la boda. Sabía que era abuelo de su hijo, padre de Germana y millonario a expensas de don Diego. Una mujer como la señora Chermidy no olvida nunca la cara de un hombre a quien ha dado un millón. No le hubiera sabido mal conocerle de cerca, pero nunca hubiera dado un paso por hacerlo. El duque le ahorró el camino.
Tres soldados nuestros movidos de su codicia, ó quizá de la hermosura y bizarría de la mujer, la fueron siguiendo. Reconoció el marido sus enemigos y el cuidado con que le venian siguiendo. Hechó el caballo de su mujer delante, y con el alfanje le iba dando, y animaba con voces, pero el caballo se rindió al calor y cansancio.
Lo reconoció á pesar de su palidez verdosa y del extravío de su mirada. Era Blumhardt, un Blumhardt nuevo, con una expresión bestial de orgullo y de insolencia que infundía espanto.
En lo más íntimo de su conciencia, en aquel abismo adonde no llega el amor propio por grande que viva en nosotros, y hasta donde el entendimiento penetra rara vez ofuscado, Elisa se reconoció por un instante muy inferior en todo a doña Beatriz. Pronto, sin embargo, volvió su ánimo de la postración; se recobró del amilanamiento, del desmayo en que había caído.
Iba á pasar con alguna repugnancia, cuando el borracho se volvió lentamente de lado, levantó el brazo que le ocultaba la cara y debajo de aquellos sórdidos harapos y en aquel hombre echado en el polvo, Herminia reconoció con estupor al señor Roussel, que la dijo en voz baja: ¿Está usted sola? Ella respondió: Si; pero, ¡cuidado! me vigilan siempre. Lo sé. Hace seis días que rondamos la propiedad.
Costole algún trabajo, y abrió en balde varias puertas antes de dar con él; al abrirlas, solía asomarse una cabeza, y una voz áspera decir: «está lleno.» En otros departamentos vio formas confusas, gente acurrucada en los rincones o tumbada en los cojines. Al fin acertó, reconoció su sitio.
Hará cosa de dos o tres meses, Antoniño fue a confesarse, y en el curso de su confesión, le dijo al cura que leía periódicos. ¡Malo! ¡Malo!... refunfuñó el cura . No veo qué necesidad tienes tú de leer periódicos. ¡Siquiera fuesen de la buena Prensa!... Pero, seguramente, serán de la otra. Eran de la otra, en efecto, y Antoniño lo reconoció así, aunque aduciendo un motivo justificante.
Palabra del Dia
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