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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Se veían, pues, pero no podían hablarse. La primera carta que trajo Agapo del audaz chiquillo, no quiso Susana recibirla; encendida de rubor, dijo que no era decoroso que una señorita se carteara con ningún hombre, aunque éste fuera su primo.
Por la noche comuniqué a ésta la noticia; pero, en vez de recibirla con alegría, se me puso muy enojada. ¿Qué? ¿Un año todavía? ¿Y me lo cuentas con esa tranquilidad?... Ceferino, mira que te lo digo yo, ¡tú no tienes corazón! ¡Oh Gloria! respondí, todo sofocado, llevándome la mano al pecho . No me digas eso. Aquí lo siento latir sólo por ti. Si dejases de amarme algún día, tengo la seguridad...
Embarcóse, pues, esta augusta señora en Aden, que era el mejor puerto de sus Estados, y con próspero viento, navegando por el mar Bermejo, aportó a Aziongaber, y desde allí, por Sela, Beersebá y otras poblaciones, llegó hasta Hebron, donde el Rey Sabio salió a recibirla con mucha cortesía y aparato.
Así será conveniente que los discípulos, en aquellas cosas á que alcanzaren sus fuerzas, exâminen las máxîmas de los Maestros, y las crean quando las hallen conformes con la razon; y si no están instruidos bastantemente para exâminar la doctrina del Maestro, es menester recibirla con la presuncion de que lo que este enseña, lo habrá averiguado; pero nunca se han de recibir las máxîmas de los Maestros, ni mantenerse con terquedad y obstinacion, porque suele suceder que con el tiempo se halla el discípulo dispuesto á exâminar las opiniones del Maestro, y no pareciéndole conformes á la verdad, las rechaza y muda de dictamen; y otras veces acontece, que por recibir muchos desde la niñez y mantener despues porfiadamente las máxîmas de los malos Maestros, son infelices perpetuamente.
Después, mientras Bonis y D. Nepo y los demás que habían acudido a recibirla daban órdenes para subir a casa el equipaje, ella emprendió la marcha escalera arriba, colgada del brazo de Gaetano. En el primer descanso se detuvo, respiró con dificultad, miró al barítono con fijeza, y acabó por decir: ¿Y si me hubiera muerto en el camino... por culpa tuya? ¡Bah! ¡Sí, bah!
La jardinera pasó un día al palacio del arzobispo, pero don Sebastián estaba con el arrechucho y no quiso recibirla, envíandola dos pesetas con un familiar. No son malos decía la jardinera, entregando sus colectas a la pobre madre , pero cada uno vive para él, y el prójimo que se arregle. Nadie parte ya el manto con nadie.... Toma esto y veas cómo sales del paso.
En Zaragoza la hospedaron los Marqueses de los Vélez y el Rey le envió coche y machos para venir a la corte, donde entró a 6 de Diciembre, saliendo a recibirla el Almirante, el Condestable, los Duques de Híjar, Villahermosa, Pastrana y otros grandes, prueba inequívoca de que el Rey la agasajaba.
Ya no era para mí más que un extraño y, cuando me sentaba a escribirle, me parecía ser una simple máquina encargada de copiar los pensamientos de otros: así me sucedía a menudo entregar a Marta una carta sin haberla leído, tal como acababa de recibirla de manos del mayordomo.
Pequeña y corta, la primera parece un tambor mayor con las piernas cortadas, pues goza de una estatura desmesuradamente larga, con relación a los miembros inferiores. En pie es una enana; sentada parece inmensa. Su voz, retumbante, hace eco en todos los departamentos que tienen la suerte de recibirla; habla alto y firme y no admite que se discuta con ella.
Un día se presentó en casa una mujer pobremente vestida con aspecto de señora venida a menos; nada de pedigüeña ni aventurera. Había estado a buscarle varias veces y nunca quiso recibirla. Entró porque en lugar de abrir el criado lo hizo la doncella.
Palabra del Dia
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