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Actualizado: 18 de junio de 2025
Junto á Brachialio tuvo nuevas llenas de sospechas, porque tuvo aviso que Roger no recibiera las insignias de César por no hacerse más sospechoso á los suyos, de quien ya comenzaban á tener alguna desconfianza, por verle rico y honrado, y ellos defraudado de su sueldo. Temió Teodoro, y resolvió de asegurarse, retirándose al fuerte de Ripi donde estuvo algunos dias.
Los breves billetes que de ella recibiera en varias ocasiones, habían determinado, de una vez para siempre, el tono de nuestra correspondencia. No puse en aquél ni más ni menos y sin embargo, expedida la carta, esperé la respuesta como un acontecimiento.
El sabio entonces se levanta también; le sigue; devuelve el Quijote al empleado de quien lo recibiera; y se va a su casa.
»Emigrado en Francia en el período álgido de las guerras civiles, no fueron obstáculo las circunstancias para que el Rey le recibiera humanamente, dándole medios de vivir con desahogo á favor de pensión de 4.000 escudos, que siempre le fué bien pagada.
En la abdicación de su albedrío, en la entrega de su cuerpo, no influyó nada el cálculo. Complacíase en recordar que no tenía cosa que echarse en cara. Vio entrar a su amado pensativo y triste por malas noticias que recibiera, e intentó consolarle; él, agradecido a su piedad, la estrechó entre los brazos. De lo demás no hacía memoria...
Viendo, pues, don Quijote que Sancho hacía burla dél, se corrió y enojó en tanta manera, que alzó el lanzón y le asentó dos palos, tales que, si, como los recibió en las espaldas, los recibiera en la cabeza, quedara libre de pagarle el salario, si no fuera a sus herederos.
Llegó la tarde, fría, brumosa y tétrica; subió el vecindario en masa, pedregal arriba, detrás del Cura con ornamentos negros, precedido del estandarte de las «Ánimas» y de un crucifijo grande; resonaron en el estragal, entonadas por voces bien avenidas con la sonora de don Sabas, lamentaciones terribles del santo Job, el mayor poeta fúnebre de que hay noticia en la tierra; bajóse el féretro entre nuevos llantos y gemidos; y andando, andando con él hacia el pueblo la luctuosa procesión el camino que había andado poco antes hacia arriba, llegamos al campo santo después de una detención breve a la puerta de la iglesia, para que el hijo fiel y sumiso recibiera de su Madre cariñosa la bendición de despedida.
Si un hijo del legislador, uno de esos hijos que ahora duermen bajo la leve gasa que cubre su semblante; si ese niño llega á ser un hombre de sabiduría, de lealtad, de abnegacion; si llegase á ser el propagador de una verdad mayor que su siglo, el conductor de un fluido para el que la vida de hoy no tiene tubo ni alambique; si debiese al destino el don soberano de tener genio; es decir, el don de una virtud suprema, porque no hay genio sin virtud, no hay genio deshonrado, no hay genio infame, porque no existe el talento de picar, porque la víbora no tiene talento: si en el testamento de la predestinacion universal, recibiera ese niño aquella manda gloriosa y divina ¿qué diria el legislador, qué diria el padre, cuando supiera que su hijo comia la vitualla del presidio con el espía, con el asesino, con el traidor, con el ratero?
»No puedo darme ahora cuenta exacta de todo lo que ocurrió en el resto de aquel día y durante la noche que le siguió; no sé si Ángel fue y vino varias veces o si no se movió de allí, porque tengo una idea de que faltó muy pocos instantes de mi casa hasta cerca de la madrugada; recuerdo vagamente también que estuvo Guzmán al anochecer, y el efecto terrible que le hizo la noticia que yo le di por entrar; que vio a Luz y que la habló, y que Luz tuvo también para él sonrisas y dulzuras de consuelo; que se apartó de ella a duras penas cuando entró el cura nuevamente para confesarla; que salió con los ojos enrojecidos y el pecho rebosando de sollozos; que, mientras el confesor cumplía su triste cometido, Sagrario, forzando todas las consignas de la puerta, entró hasta donde yo me hallaba recogida para llorar a solas, y se abalanzó sobre mí, hecha un mar de lágrimas; que se aumentó el raudal de las mías al verme delante de aquel cómplice y testigo de mis maldades; que cuando el cura se me acercó para darme otra enhorabuena y advertirme que de acuerdo con la enferma, se la daría el Viático al día siguiente para que le recibiera con la debida solemnidad, puesto que no corría prisa, Sagrario voló hasta la cama de Luz, de donde me costó gran trabajo separarla; y que con espantarse tanto como se espantó de la infamia de Leticia cuando yo la enteré de ella, se espantó todavía más de que yo no viera en sus estragos otra cosa que el castigo de mis culpas; tampoco recuerdo en qué paré esta corta entrevista con aquella loca de buen fondo, ni cuándo se marchó, ni cuándo se fue Guzmán, ni qué me dijo, ni lo que te dijo Luz al despedirle.
Como mi presencia no podía chocar allí en aquellos días en que la caridad no cesaba de llamar á las puertas de los náufragos, logré que el viejo pescador me recibiera mucho mejor de lo que yo esperaba de su rudeza habitual. Y ¿cómo se encuentra usted ahora? llegué á preguntarle. Con el Práctico á bordo desde ayer me respondió con su voz de siempre, aunque más premiosa.
Palabra del Dia
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