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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Tenía las llaves de la farmacia, de los depósitos de ropas, de leña gruesa, de sarmientos; los bonos de pan firmados por el alcalde iban escritos de mano de ella; si añadía de lo suyo a la liberalidad comunal, nadie se enteraba, y los pobres recibían el beneficio sin saber nunca la mano que se lo daba.

Y los pobres peones y picadores, que habitaban una casucha de huéspedes tenida por la viuda de un banderillero, apretaban su existencia con toda clase de economías, fumando poco y quedándose a la puerta de los cafés. Pensaban en sus familias con una avaricia de hombres que a cambio de su sangre sólo recibían un puñado de duros.

Observaba, además, que en los jóvenes salvajes que le rodeaban existía contra él cierta hostilidad latente. Tenía a muchos por amigos, le recibían agradablemente, jugaba con ellos, les acompañaba en algunas excursiones de placer: pero había llegado a comprender que para ellos no tenía otra personalidad que la que le daba el ser amante de Clementina.

Hay motivos para dudar, puesto que no hemos encontrado dato alguno que lo confirme, del aserto de Sismondi, de que en las cortes de Viena y de Munich se representaron comedias españolas; pero parece, al contrario, positivo que en el serrallo de Constantinopla se representaron algunas por moriscos y esclavos españoles, que las recibían de mercaderes venecianos . EDAD DE ORO DEL TEATRO ESPA

Como los bárbaros recibian continuamente reclutas voluntarias de Chile, se hizo necesario aumentar el número de compañías, y el de sus plazas ó individuos; y para pagarlas, se impuso el ramo de guerra, que aprobó el Rey en 7 de Setiembre de 1760.

Si Amaury hubiese abrigado algún temor, no habría dejado de parecerle bien extraño a quien hubiere observado la sonrisa con que le recibían todos los criados, desde el conserje que acudió a abrirle la verja hasta el ayuda de cámara que al pasar encontró en el vestíbulo, sonrisa reveladora de que lo consideraban como miembro de la familia que habitaba en el palacio.

A fines del siglo XVI, esta moza estaba al servicio de unas señoras que, aun pasando por recatadas y prudentes, recibían con sospechosa intimidad á un señor canónigo, el cual debía ser persona de ancha conciencia y no muy apropósito para resistir las tentaciones, pues el enemigo llevóle á poner los ojos en la criada de las señoras, sin andarse con otros miramientos.

Los Embajadores de Inglaterra y de Venecia, el Condestable, el Marqués de Pisani, el Duque de Bouillon, con otros personajes, y más que todos M. Zamet, el gran anfitrión de París, el confidente servicial de Enrique IV, recibían asiduamente á Antonio Pérez, estimando el don, que como pocos poseía, de hacerse escuchar en la mesa y salones, gracioso, ocurrente y oportuno.

Fuera de Julio Lagos, una excepción, únicamente recibían a dos o tres parientes y no iban a parte alguna, como no ser a misa. Concluía la carta pidiéndole, encarecidamente, que las visitara sin falta. Bajo la firma de Carmen, había esta línea escrita con caracteres agudos: "Yo también se lo pido, Adriana". Julio Lagos.

Levantábase temprano y se bañaba en su propia casa, por no querer rebajarse a ser náyade de un río tan pedestre y cursi como el señor de Manzanares. En las primeras horas del día, abiertos de par en par los balcones de la casa, que daban a Poniente, entraba un poco de fresco, y el cuerpo y el espíritu de la dama recibían algún consuelo.

Palabra del Dia

hociquea

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