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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Traía a la casa todos los domingos a los dos ahijados, con sus mejores ropitas, para que besasen la mano a los padrinos, y el talabartero palidecía de indignación cada vez que los hijos del Nacional recibían un regalo. Venían a robar a los suyos.

Las noticias que se recibían por la vía terrestre eran desastrosas: sólo hablaban de naufragios. Después de haber evitado las rocas, los escollos, había llegado frente á una playecita de menuda arena, donde acostumbraban bañarse las mujeres.

El agua se precipitaba desde una altura de algunos pies, al fondo de un ancho estanque profundamente encajonado, de forma circular que parecía limitar por todos los lados un anfiteatro de verdura, salpicado de húmedas rocas. Sin embargo, algunas quebradas invisibles recibían el exceso del agua del pequeño lago, y estos arroyos iban á reunirse algo más lejos en un lecho común.

Se burlaba de las sabias combinaciones de todos aquellos exportadores que leían periódicos ingleses, recibían boletines y comparaban las cotizaciones de unos años con otros para hacer cálculos que daban por resultado salir del negocio con las manos en la cabeza. El no sabía ni quería saber nada; fiaba en su buena estrella.

Por estas razones que dijo, acabaron de enterarse los caminantes que era don Quijote falto de juicio, y del género de locura que lo señoreaba, de lo cual recibieron la mesma admiración que recibían todos aquellos que de nuevo venían en conocimiento della.

Por eso creo yo que no debía de ser verdad lo del vino..., ni lo que también se murmuraba sobre ciertos mocetones del pueblo, que, a más de parecérsele en figura como un huevo a otro, recibían de él frecuentísimos agasajos y deferencias, y le llamaban padrino sin haberlos sacado de pila. ¡Buen caso hacía don Recaredo de esas debilidades de la naturaleza!

Sabían que tal señora no se levantaba hasta la una, que tal otra era más madrugadora, que para hablar a unas era preciso ir a medio día, y que algunas no recibían hasta la tarde.

Como Palomino al escribir la vida de Velázquez declara que debe lo principal de ella a Juan de Alfaro, y luego en la de éste dice que «dejó en su espolio algunos libros y papeles muy cortesanos, y entre ellos algunos apuntamientos de la vida de Velázquez, su maestro», y como además, Fray Francisco de los Santos no fue un dechado de probidad literaria, era disculpable que se creyese fácilmente en la autenticidad del opúsculo; pero estas consideraciones pierden toda su fuerza al pensar que para hacer entrega en el monasterio de cuadros que ya eran conocidos, no necesitaba Velázquez componer un estudio crítico: para tal ocasión bastaba una lista que explicase a los religiosos lo que recibían, y por la cual supiera el Rey que habían quedado sus órdenes cumplidas.

Desde aquel dia cada capitular abrió su casa á un número determinado de niños, los que concurriendo allí una hora antes de mediodia, recibian del prebendado y de sus criados una leccion de doctrina cristiana, y despues la comida, que se reducia á un cuarteron de buen pan y una porcelana de acemite: limosna que duró hasta la nueva cosecha.

El señorito de Limioso, tradicionalista inveterado, como su padre y abuelo, había hecho dos o tres misteriosas excursiones hacia la parte del Miño, cruzando la frontera de Portugal, y susurrábase que celebraba entrevistas en Tuy con ciertos pájaros; afirmábase también que las señoritas de Molende estaban ocupadísimas construyendo cartucheras y no qué más arreos bélicos, y a cada paso recibían secretos avisos de que se iba a practicar un registro en su casa.

Palabra del Dia

hociquea

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