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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Asomaron a sus ojos lágrimas de recelo presente y lágrimas que le hacía derramar la visión lejana de la tragedia: el cadáver de Zumarán tendido en el suelo, el revólver en la mano y un redondel de sangre formando como una aureola a la cara lívida. El señor Molina se quedó perplejo.
Por eso había navegado con rumbo al Sudeste y cuando se aproximó a la costa occidental del Nuevo Mundo, se hallaba a los 36 grados de latitud austral. No sin recelo y con extraordinaria cautela para evitar encuentros y combates con gentes desconocidas y bárbaras, Morsamor y los suyos saltaron en tierra en busca de agua potable. Fertilísimo era el agreste e inculto suelo que pisaron.
La misma meditación racional me infunde recelo. No quisiera yo hacer discursos para conocer a Dios, ni traer razones de amor para amarle. Quisiera alzarme de un vuelo a la contemplación esencial e íntima. ¿Quién me diese alas, como de paloma, para volar al seno del que ama mi alma?
Como todos los que lo son, receló que, si abusaba de la ventaja de reanudar aquellas relaciones amistosas después de tanto tiempo, prolongando mucho el coloquio, no era difícil que en el alma de Rafaela se desbaratase o se disipase el hechizo de la novedad y que el gusto se convirtiese en enfado.
La repugnante zambra habíase alargado bastante, porque eran ya casi las doce. Yo no corría, volaba, y en poco tiempo llegué a la calle de la Amargura, mortificado por el recelo de acudir tarde.
Mas al ver delante de sí aquel hombre pequeñito, insignificante en su persona hasta la vulgaridad, llano en el decir hasta el desaliño, que jamás sacaba las manos de las mangas, como no fuera para tomar rapé en su tabaquera de cuerno, y ponía de manifiesto con deplorable frecuencia un pañuelo de hierbas insolente de puro feo, a cuadros azules y amarillos, con algunos vivitos verdes, trocóse su recelo en desprecio, y con la desdeñosa frialdad que guarda el grande orgullo para el pequeño que juzga empingorotado sobre una superioridad usurpada, manifestóle su deseo de reconciliarse con su mujer, olvidando todo lo pasado, y expresóle su voluntad de que fuera él mismo quien aconsejara a la esposa abandonada acceder a sus pretensiones.
Pero Isabel, con mayor aplomo, sonriendo plácidamente, respondió: Contra ti. ¡Puede! replicó la de Anguita, riendo para disimular su recelo. La pura verdad. Sí será; porque yo nunca te he sido simpática dijo Joaquinita sin dejar de sonreír, pero con acento irritado. En efecto, lo que se llama simpática no me lo eres. Al decir esto sonreía con la misma dulzura.
Usted lo ha visto, y también lo ha visto el señor Gobernador Intendente de esta provincia, y así no me queda recelo de que le parezca a usted encarecimiento nacido del amor propio.
Dime toda la verdad. ¿Te has burlado de mí? ¿Me has hecho víctima de un engaño? ¿Es cierto cuanto me ha ocurrido o ha sido todo, como yo recelo, una endiablada fantasmagoría? ¿Acaso las pociones mágicas que me administraste, hundiéndome en hondo letargo, han suscitado visiones en mi cerebro, grabándose en él con el poderoso vigor y con la clara distinción de la realidad misma?
Cierto que todo lo ocurrido, con ser tanto y tan enorme, no le había apartado de sus propósitos; que se mostraba leal y cariñoso y resuelto a pelear contra todo linaje de obstáculos que se atravesaran en el camino que los dos se habían trazado en horas bien risueñas; pero esto podía ser, sería indudablemente, abnegación en él, compasión que ella le inspirase, sacrificio de muchos respetos, y sacrificios bien dolorosos acaso; y este recelo la afligía mucho más que el verle alejado de ella.
Palabra del Dia
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