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Actualizado: 29 de julio de 2025


Mas al ver delante de aquel hombre pequeñito, insignificante en su persona hasta la vulgaridad, llano en el decir hasta el desaliño, que jamás sacaba las manos de las mangas, como no fuera para tomar rapé en su tabaquera de cuerno, y ponía de manifiesto con deplorable frecuencia un pañuelo de hierbas insolente de puro feo, a cuadros azules y amarillos, con algunos vivitos verdes, trocóse su recelo en desprecio, y con la desdeñosa frialdad que guarda el grande orgullo para el pequeño que juzga empingorotado sobre una superioridad usurpada, manifestóle su deseo de reconciliarse con su mujer, olvidando todo lo pasado, y expresóle su voluntad de que fuera él mismo quien aconsejara a la esposa abandonada acceder a sus pretensiones.

Jacobo abrió la boca para replicar, pero el pañuelo a cuadros azules y amarillos, con algunos vivitos verdes, salió a relucir, y el padre Cifuentes añadió que creía, tenía entendido, le parecía probable que la señora marquesa de Sabadell estaba a punto de salir de Biarritz, y que en el caso de no encontrarla, lo más prudente y oportuno para el señor marqués sería dirigirse a la señora marquesa de Villasis, persona muy su amiga, de grandes luces y mayores virtudes, para la cual se brindaba a darle una carta suplicándole que las tomase ella en el asunto.

Valdría la pena consignar aquí el juicio de Angelina acerca de algunos libros. Para ella no había mejor novelista que Fernán Caballero, ni peor novelador que Pérez Escrich. Abrir un libro de esos, la «Mujer Adúltera», la «Esposa Mártir», y tener sueño, ¡todo es uno! ¿Novelas? De Fernán Caballero. Sus personajes me parecen vivitos, de carne y hueso. ¡Aquello que es verdad!

Palabra del Dia

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