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En el Auto de Cananea salen á la escena en figura de pastoras la Ley de gracia, la natural y la escrita, y cada una apacienta su rebaño. Otra composición religiosa de esta especie ofrece en tres partes al cielo y al infierno, y nos presenta en variados grupos á réprobos y bienaventurados. Entonces se encamina al infierno una alegre turba de marineros, que son demonios.

Los arcos tienen rotas las cuerdas, las puntas aceradas de las flechas están vestidas de orin: los perros que guardan el rebaño son pocos para el número de las fieras. ¡Ay desdichados corderos! ¿qué será de vosotros si no sacais fuerzas de flaqueza i no procurais defenderos de vuestros iracundos i feroces enemigos

La entrada triunfal de aquel lindo rebaño, compuesto de cuarenta ó cincuenta vacas con sus crías, era siempre un acontecimiento magno en la pequeña aldea. Al oir sonar de lejos ya las grandes esquilas que llevaban las reses colgadas al cuello, la turba infantil de la población se estremecía; dejaba sus juegos ó las faldas de sus madres y corría al encuentro de la vacada.

Animada Isidora al ver que no carecía su hermano de algún fundamento bueno y sólido para construir en él la persona decente, determinó que no corriera un día más sin ponerlo en un colegio. Pasados Reyes, el señorito fue confiado a un profesor que apacentaba su rebaño de chicos en un colegio de la calle de Valverde.

Más allá estaban los cascos de los buques, sustentando un bosque de palos y chimeneas, y en último término la muralla amarilla del malecón exterior y el cielo recién lavado por la lluvia, con un rebaño de nubecillas blancas y plácidas como sedosos carneros.

12 En ese día vendrá hasta ti desde Asiria y las ciudades fuertes, y desde las ciudades fuertes hasta el Río, y de mar a mar, y de monte a monte. 13 Y la tierra con sus moradores será asolada por el fruto de sus obras. 14 Apacienta tu pueblo con tu cayado, el rebaño de tu heredad, que mora solo en la montaña, en medio del Carmelo; pazcan en Basán y Galaad, como en el tiempo pasado.

El rebaño de la pobreza no podía gozar de este placer de los ricos; pero lo envidiaba, soñando con la embriaguez como la mayor de las felicidades. En sus momentos de cólera, de protesta, bastaba poner el vino al alcance de sus manos para que todos sonriesen viendo dorada y luminosa su miseria al través del vaso lleno de oro líquido. ¡El vino! exclamaba Salvatierra.

No, querido amigo, yo fui cazado por ella... Un día, me había retrasado en el campo y me iba a pie a Sidi-Bel-Abes, cuando vi detrás de la sombra de un animal que tomé por un gran perro, por un ternero escapado de algún rebaño, ¿qué yo?, del que no volví a ocuparme más... Aquel animal me siguió paso a paso y al llegar a mi hostería estaba literalmente pisándome los talones... Impaciente, quise alejarle de un puntapié... Y un rugido que no daba lugar a ninguna duda respondió a esta imprudente familiaridad.

Por primera vez, viendo entre la bruma este desfile de dreadnoughts, que evocaban la imagen de un rebaño de monstruos marinos de la prehistoria, se dió cuenta exacta Desnoyers del poderío británico.

Señores míos gritaba á los audaces discípulos al mismo tiempo que requería la caña , todos aquí. ¿Se imaginan que no hay mas que pasar el día divirtiéndose?... En este centro se trabaja. Y para demostrarlo con el ejemplo, movía la caña que era un gusto, introduciendo á golpes en el redil de la sabiduría á todo el rebaño de pilletes juguetones.