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Actualizado: 22 de junio de 2025
No, no compraré mi dicha, y estoy seguro de que la Eudoxia no me haría dichoso; no compraré con mi tranquilidad, con mi libertad, con la incertidumbre deliciosa de mis esperanzas, el ridículo honor de asociar mi nombre al de una mujer a la que no puedo amar.
«¡Si me viese miss Mary! pensó . Tal vez me comparase a un Sigfrido rústico yendo a matar el dragón que guarda el tesoro de Ibiza... ¡Si me viesen otras mujeres que he conocido, y todo lo encontraban ridículo!...» Pero su amor se sobrepuso inmediatamente a tales recuerdos. ¡Si le viesen! ¿y qué?... Margalida valía más que las hembras que él había conocido antes: era la primera, la única.
Después de unos instantes de silencio, añadió con gravedad: Tú, Cecilia, no sabes aún lo fácilmente que queda un marido en ridículo cuando tiene una mujer tan frívola, tan imprudente como Ventura. ¡Gonzalo!
¡Qué me importa el ridículo! replicaba el desgraciado entre sollozos, con el rostro pegado a la seda de su vestido . Por ti me pondría en ridículo delante del mundo entero. Clementina hacía esfuerzos por calmarle, pero sin apiadarse. No hay fiera más cruel que una mujer hastiada. Le dejó desahogarse un rato, y cuando le vió más sosegado, se levantó del sofá.
Ahora lo voy a arreglar yo a ese insolente... Burlarse de mí, hacerme ir hasta la granja grande por un motivo ridículo... Vamos, Marta, consolaos, más vale que él os maltrate a que quiera engañaros con su falsa amistad. Secad vuestras lágrimas e id a pasear al jardín.
Entonces, al modo que el general sitiador a quien es adversa la fortuna suspende el ataque y se encierra en su tienda, don Juan comenzó a filosofar, recurso de desgraciados, y le pareció que su pasado era ridículo; su presente, amarguísimo; su porvenir, incierto. El mal humor fue poco a poco convirtiéndosele en tristeza y ésta en melancolía.
Allí estaba su cuñado, admirándose a sí mismo antes de ir a la plaza, satisfecho de un terno de calle del espada que se había arreglado a su medida antes de que lo usase el dueño. Con ser un ridículo charlatán, valía más que toda la familia. Este no le abandonaba nunca. Vas más hermoso que er propio Roger de Flor le dijo el espada alegremente . Sube al coche y te yevaré a la plaza.
Don Acisclo, muerto el marqués, tuvo grande empeño en adelantar el dinero para la transmisión del título a la señorita; pero ésta lo supo, y se opuso del modo más resuelto. Aunque de tan corta edad, pensó y dijo con discreción que hasta era ridículo ser marquesa con tan poco dinero como tenía. Don Acisclo insistió en sacar el título, pero la niña se opuso cada vez con más ahínco.
Pero todos los testigos habían guardado la mayor discreción acerca del ridículo incidente del gato, y M. L'Ambert, lejos de estar desfigurado, parecía haber ganado en el cambio. Una baronesa observó que su fisonomía era más dulce desde que llevaba la nariz recta. Una vieja canonesa, dechado de malicia, preguntó al príncipe de B... si no haría bien en buscarle querella al turco.
No le perdonaba su afectación hipócrita en llenarle de ridículo, y, sobre todo, no le perdonaba que hubiese intentado desmoralizarla, exponiéndola con un orgullo de demonio, su teoría perversa, y tanto menos la perdonaba, cuanto que sentía que había casi logrado su objeto, y que poco a poco el veneno iba infiltrándose en sus venas.
Palabra del Dia
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