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Y lo voy a hacer, , lo hago y me cuelgo si no me miras y me dices algo... Cojita graciosa, enanita remonona, mira, oye: si quieres que te quiera más que a mi vida y te obedezca como un perro, hazme un favor que voy a pedirte; tráeme nada más que una lagrimita de aquella gloria divina que tienes, de aquello que te recetó el médico para tu mal de barriga... Anda, ángel, mira que te lo pido con toda mi alma, porque esta penita que tengo aquí no se me quiere quitar, y parece que me voy a morir.

En suma: la igualdad nacida del progreso y de la difusión de la cultura, nos acosará a todos, y el que no quiera someterse a ella, sino elevarse y lucir sobre sus semejantes, llegará a volverse loco y pondrá en cuanto haga el triste sello de su locura. Por dicha o por desgracia, este término del progreso está remotísimo aún y quizás no llegue nunca.

Bastará pues decir, en lenguaje comun, que percepcion es aquel acto interior con el cual nos hacemos cargo de un objeto: siendo la idea aquella imágen, representacion, ó lo que se quiera, que sirve como de pábulo á la percepcion.

Sea lo que quiera, al venturoso hijo de D. Baldomero Santa Cruz y de doña Bárbara Arnaiz le llamaban Juanito, y Juanito le dicen y le dirán quizá hasta que las canas de él y la muerte de los que le conocieron niño vayan alterando poco a poco la campechana costumbre.

Como quiera que sea, en la colección del Archiduque hay no pocos papeles impresos, completamente como los imprimían los chinos, y que son de mediados del siglo X. El papel manuscrito es en la colección, según es natural, más antiguo que el impreso.

La razón, en tanto, sólo puede saber lo que ella, en virtud de sus propias leyes, induce del estudio y observación de los fenómenos que llegan a su conocimiento por los sentidos. Esto sólo es la ciencia: lo demás será poesía, o como quiera llamarse.

¡Bueno... bueno! dijo con mucha dificultad, y con voz tan débil, que apenas la oíamos. ¡Quiera Dios que me encuentres viva! Estoy muy mala... pero... ni ésta ni Sarmiento quieren creerlo. ¡No tía! prorrumpí, riendo. Está usted nerviosa y por eso se siente usted tan débil.... Vaya... vaya, me dijo sonriendo dolorosamente dame un abrazo....

Pero en fin, allá se entenderá con Dios; y entre tanto, lo que importa es que afloje los cuartos para mi obra. Y que le ha de valer para su alma, aunque él no quiera... Con que a ver si me le catequizas. Haré lo que pueda... Veremos, le diré algo... No vayas a olvidarte... Adiós, hija de mi alma. Me voy; esta noche me contarás lo que te diga.

Su enternecimiento era eminentemente piadoso, sobre todo en las noches de luna. Encerrado en su casa, en su despacho, después de cenar, o bien escribía versos a la luz del petróleo o manejaba sus librotes; y por fin se acostaba, satisfecho de mismo, contento con la vida, feliz en este mundo calumniado donde, dígase lo que se quiera, aún hay hombres buenos, ánimos fuertes.

No es tan desnaturalizada que quiera comprometer a su hijo al mismo tiempo que a nosotros. La cólera la ofuscó, sin duda. A nosotros, que somos dichosos, nos es fácil hablar sensatamente. Debe estar indignada contra y mirarme como a un gran culpable, porque yo la he abandonado sin tener nada que reprocharle; en ocho meses no le he escrito ni una sola carta; he dado mi alma a otra.