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Actualizado: 8 de junio de 2025


El hombre sería el habitante de la España nueva; pero antes tenían que evolucionar mucho los actuales pobladores del país, dignos descendientes del inquisidor, educados por él en el desprecio á la vida humana, en la facilidad de inmolarla como holocausto á las creencias. ¿De qué se quejaban los que mañana serían víctimas, si ellos habían envenenado el alma de un pueblo, formándolo durante siglos á su imagen y semejanza?...

En todo el día no se veía un rayo de sol, y los árboles, tras los cristales, agitaban tristemente las ramas, como queriendo despojarse de las últimas hojas. El ruido incesante de la lluvia sobre el tejado de cinc, la ausencia del sol y la falta de distracciones, ponían a los enfermos nerviosos, excitados. Les daban más a menudo ataques y se quejaban constantemente.

Simoun había venido ya cenado y hablaba en la sala con algunos comerciantes que se quejaban del estado de los negocios: todo iba mal, se paralizaba el comercio, los cambios con Europa estaban á un precio exhorbitante; pedían al joyero luces ó le insinuaban algunas ideas con la esperanza de que se las comunicase al Capitan General.

La Señana daba muy pocas comodidades a sus hijos en cambio de la hacienda que con las manos de ellos iba formando; pero como no se quejaban de la degradante miseria en que vivían; como no mostraban nunca pujos de emancipación ni anhelo de otra vida mejor y más digna de seres inteligentes, la Señana dejaba correr los días.

Vino el revisor, escuchó la proposición de la faz redonda y la halló un poco grave. Era comprometido para el maquinista y para él; ya les habían reprendido severamente por actos semejantes; el servicio se interrumpía; los viajeros se quejaban; se perdían algunos minutos... La mujer escanció un vaso de vino, y se llegó con él a reforzar los argumentos de su consorte. Negocio terminado.

El agua no pasaba adelante: se derramaba en los campos de Batiste, que bebían y bebían con la sed del hidrópico. Tal vez los de abajo se quejaban; tal vez Pimentó, advertido como «atandador», rondaba por las inmediaciones, indignado por el insolente ataque á la ley.

Había otros terratenientes en la parroquia, pero él era el único honrado con el título de squire; porque bien que la familia del señor Osgood fuera considerada también como de origen inmemorial no habiéndose atrevido nunca los habitantes de Raveloe a remontarse hasta el vacío espantoso en que los Osgood no existían , sin embargo, no hacía más que poseer la granja que ocupaba, mientras que el squire Cass tenía uno o dos arrendatarios que se quejaban a él de los perjuicios que les causaban las liebres como si hubiese sido un señor.

Algunas cartas de correligionarios, con fechas recientes, estaban llenas de sordas acusaciones. Sus compañeros de Rusia se quejaban a una voz de su silencio, de su tibieza; le reprochaban que no mantuviese ciertas promesas con las que ellos contaban, y casi le acusaban de traición.

Sus citas históricas solían referirse a las queridas de Enrique VIII y a las de Luis XIV. En tanto, el salón amarillo estaba en una discreta obscuridad, si había pocos tertulios. Cuando pasaban de media docena, se encendía una lámpara de cristal tallado, colgada en medio del salón. Estaba a bastante altura; sólo podía llegar a la llave del gas Mesía, el mejor mozo. Los demás se quejaban.

Yo he estado en paises donde viven las gentes mil veces mas que en el mio, y he visto que todavía se quejaban; pero en todas partes se encuentran sugetos de razon, que saben resignarse, y dar gracias al autor de la naturaleza, el qual con una especie de maravillosa uniformidad ha esparcido en el universo las variedades con una profusion infinita.

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