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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Porque Coca, llena de temor y de amargura, tomaba ahora su asunto por el lado trágico. Antojábansele burlas las felicitaciones y personales insultos los anónimos. Lloraba en secreto y se quejaba sin cesar. Temía ser una gran culpable. La mentirilla de inventarse para su particular uso un capitán Pérez se le presentaba ahora como un verdadero crimen.
Hacía un rato que el tabique no comunicaba queja alguna. Dos o tres amigas de la Fábrica, entre ellas Guardiana, que ya no se quejaba de la paletilla, entraban un momento, se ofrecían, se retiraban con ademanes compasivos, con resignados movimientos de hombros, con reflexiones pesimistas acerca de la fatalidad y de la ingratitud de los hombres.
En tanto que, de la suerte que se ha dicho, se quejaba la lastimada Altisidora, la estuvo mirando don Quijote, y, sin responderla palabra, volviendo el rostro a Sancho, le dijo: -Por el siglo de tus pasados, Sancho mío, te conjuro que me digas una verdad. Dime, ¿llevas por ventura los tres tocadores y las ligas que esta enamorada doncella dice?
Fernanda se me quejaba de la indiferencia de su yerno y yo procuraba imitar a mi tío tratando de no dejarme entusiasmar por la cháchara de aquellas dos señoras.
Así contestaba don Víctor a las sugestiones de la mísera carne que pretendía volverse a las ociosas plumas. Cuando ya tenía las ideas más despejadas, reconoció imparcialmente que la pereza aquella mañana no se quejaba de vicio. «Debía de ser en efecto bastante más temprano de lo que decía el reloj.
Pocos días después, Novoa habló al príncipe con una brevedad que ocultaba mal su emoción. Estaba muy agradecido al dueño de Villa-Sirena; nunca olvidaría la dulce existencia en este retiro; pero necesitaba volver á su antiguo alojamiento. Nuevos trabajos científicos le obligaban á vivir en Mónaco; el director del Museo se quejaba de sus ausencias.
La mar agitaba las olas de su seno, con la ira y violencia con que sacude una furia las sierpes de su cabellera. Las nubes, cual las Danaides, se relevaban sin cesar, vertiendo cada cual su contingente, que caía a raudales sobre las ramas, que se tronchaban, abriendo sus corrientes hondos surcos en la tierra. Todo se estremecía, temblaba o se quejaba.
Una rasqueta, reposada, tranquila y practicada en aquel sitio de que Sancho se quejaba después del manteo de la venta, es el ultimatum más perfecto que se conoce en el lenguaje de las peticiones.
Mi madre no se quejaba á mi padre: si se hubiera quejado, mi padre hubiera dejado el servicio, pero hubiera enfermado de tristeza. Entre su propio sacrificio y el de su esposo, mi madre se decidió por sacrificarse. Y se sacrificó por completo.
Cogió el sombrero, arrancó el velo, y tiró todo sobre el sofá, malhumurada. Ella no se quejaba del calor, sino del tufo a tabaco, a vino, a demonios, que había dejado el tío Agapo. ¡Y luego el plantón de la tienda! Dos horas de revolver, de hablar, de levantarse, de volverse a sentar, para salir con las manos vacías.
Palabra del Dia
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