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Al expresarse de este modo, poseído de súbito furor, se puso en pie, y antes de que Benina pudiera darse cuenta del peligro que la amenazaba, descargó sobre ella el palo con toda su fuerza. Gracias que pudo la infeliz salvar la cabeza apartándola vivamente; pero la paletilla, no.

Palabras sueltas llegaban... que si era santa de pega; que si era una ladrona que se fingía beata para robar mejor... que si era una lame-cirios y chupa-lámparas... En fin, aquello se iba poniendo malo, y no tardó en demostrarlo una piedra, ¡pim! lanzada por mano vigorosa, y que Benina recibió en la paletilla... Al poco rato, ¡pim, pam! otra y otras.

Nada en gracia de Dios. ¿Cuánto me quieres? Tanto así. Es poco. Pues como de aquí a la Cibeles... no al Cielo... ¿Estás satisfecho? Chí. Jacinta se puso seria. «Arréglame esta almohada». ¿Así? No, más alta. ¿Estás bien? No, más bajita... Magnífico. Ahora, ráscame aquí, en la paletilla. ¿Aquí?

Esta andaba no cómo, medio enferma, con la paletilla caída, según decía; y por más que se la levantó una saludadora con los rezos y ensalmos de costumbre, la paletilla seguía en sus trece, y la muchacha tristona, pensando en cómo quedarían sus pequeños si se muriese ella.

Guardiana no se mostró muy comedora: los mejores bocados los reservó para sus hermanos, y ella manifestó poco apetito. ¿Qué tienes, Guardia? le preguntó la radiante Ana. Mujer, algunos días parece que estoy así... cansada. He de ir a que me levanten la paletilla, porque imposible que no se me cayese. Aprensiones, aprensiones. Canta el Joven Telémaco, Amparo.

Pero Manín se incorporó un poco en la butaca y dijo restregándose los ojos con los puños: Nunca tuve más que un dolor en la paletilla. Me dio cargando un carro de hierba y me duró más de un mes. No probaba bocado. Parecía que tenía allá dentro una gafura que me iba royendo el cuajo.

Hacía un rato que el tabique no comunicaba queja alguna. Dos o tres amigas de la Fábrica, entre ellas Guardiana, que ya no se quejaba de la paletilla, entraban un momento, se ofrecían, se retiraban con ademanes compasivos, con resignados movimientos de hombros, con reflexiones pesimistas acerca de la fatalidad y de la ingratitud de los hombres.