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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Después me apreté la hebilla del chaleco hasta quedarme sin respiración, y mi pobre hermana vieja estuvo a punto de perder la paciencia, a fuerza de hacer y deshacer, y volver a hacer, el nudo de mi corbata, al que no conseguía darle un aspecto bastante inspirado. Y, entretanto, siempre este pensamiento lancinante: «Hanckel, te estás poniendo en ridículo

Vivimos mal, Feli decía . ¿Crees que estoy satisfecho de la existencia que te ofrezco?... Ahora podemos sufrirlo todo porque somos jóvenes, porque nos amamos. Tenemos la salsa que hace chuparse los dedos con el plato más insípido: la alegría y el amor... Yo estoy bien, nene. Quisiera quedarme para siempre así... con la cabecita en tu hombro... y dormirme... y no despertar nunca.

Márchate ; corre, chiquillo, que te dejan aquí». No qué idea mortificó más mi mente: si la de quedarme a bordo, donde perecería sin remedio, o la de salir dejando solo a aquel desgraciado. Por último, más pudo la voz de la naturaleza que otra fuerza alguna, y di unos cuantos pasos hacia la borda.

Lacante se dirigía a como para prevenir mis objeciones. Palabra de honor; cree que me voy a casar con su hija... ¿Y Luciana, entonces, mi Luciana adorada, que no es devota, sino que tiene una alma alta y generosa y una inteligencia hermana de la mía? Mi amigo me ha hecho quedarme a almorzar, y mientras tanto hemos hablado de Elena.

Cuando se hubo vestido subió a la terraza del Casino para pasearse; Huberto se aproximó a ella y le dijo: ¿Me permite usted quedarme un momento a su lado? La he visto venir desde lejos; para es un placer verla caminar. Son muy pocas las mujeres que saben moverse con gracia; es un verdadero signo de raza.

Cierto que estás, amigo, muy donoso En pensar que muerto, quedaria Yo con tal quietud y tal reposo, Que de consuelo alguno serviria A la doliente madre y triste esposa: Pues en la tuya está la muerte mia, Seguirte tengo en la ocasion dudosa, Mira como ha de ser, Morandro, amigo, Y en el quedarme no me hables cosa.

Y ahora, ¡absurdo cambio de opinión!, me digo muchas veces: No vale la pena de vivir fuera de aquí. Hace un mes no quería pensar en quedarme en Lúzaro; me parecía una locura cambiar esas horas de indolencia y ensueño de los días de navegación, por la vida de un pueblecillo triste, aburrido, lleno de preocupaciones y de mezquindades.

Pero como tengo que quedarme aún algunas horas en París para escribir a mi amigo el conde de Mengis y dictar algunas disposiciones, si no hay nada más que hablar, hijos míos, separémonos ahora y a las cinco volveremos a reunimos para comer juntos como lo hacíamos antes, en otro tiempo mejor. Después, cada cual se marchará por su lado. Hasta la tarde, pues, querido tutor.

¡No! contestó Isagani moviendo tristemente la cabeza; quiero quedarme aquí, quiero verla por última vez... ¡mañana ya será otra cosa! ¡Cúmplase el destino! exclamó entonces Basilio alejándose á toda prisa.

¿Y la honra de la mujer, Rodolfo? ¿Ella me manda ser fiel a mi patria y a mi cuna? ¡No por qué Dios me ha hecho amarte; pero también que me ordena quedarme! Seguí guardando silencio y ella continuó tras una pausa: Llevaré siempre tu anillo en mi dedo; tu corazón estará eternamente junto al mío, tu beso en mis labios. Pero debes partir y yo debo quedarme.

Palabra del Dia

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