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Actualizado: 27 de junio de 2025


No por eso ¡oh pueblo de las grandes melancolías! quedarás huérfano y desamparado de ideales que te sublimen y ennoblezcan, algo más que las absurdas abstracciones metafísicas con que hoy te engañan. ¿Quieres saber a quién adoramos nosotros? a la Razón. ¿En qué templo? En el gabinete de estudio, en el laboratorio, en el taller. ¿Cuál es nuestra Biblia?

Y adivinó cuál era el deseo de su abuela. ¿Quieres llevarme á verlo? Bueno; te acompañaré esta noche, pero con una condición: la de que te quedarás á comer conmigo. El recuerdo de su hermano había hecho surgir en ella otros recuerdos. ¡Ay, abuelita! No es el pobre Alberto el único que fué á la guerra. Otros hay que viven aún; y los que viven inspiran mayores preocupaciones que los muertos.

Tienes la cabeza llena de sangre. ¡Mi puesto está al lado del barón! rugió Roger, forcejeando inútilmente. Quédate aquí, te digo, y te quedarás á las buenas ó á las malas. Necesitarías alas para llegar á la galera. Esta se alejaba gradualmente. ¡Mirad qué valor, cómo se defienden, cómo atacan! continuó Tristán siguiendo los detalles de la lucha á bordo del pirata.

¿Y yo? exclamó Horn . Dejad que yo vaya en busca del agua, Capitán. Tengo sesenta años, y si me matan he vivido ya bastante. No, valiente Horn. te quedarás aquí para cuidar de mis sobrinos. No estás tan ágil como en otro tiempo, y la bajada es difícil. Mis músculos están aún fuertes, y bajaré como un joven, Capitán. Si os mataran, ¿quién conduciría a vuestros sobrinos a su patria? , Horn.

No: te quedarás en casa, y así harás compañía a papá. Ya estoy cansada de miserias replicó con gesto avinagrado, dando a sus ojos una expresión de insolente desenfado que jamás tuvieron. Pues ahora empiezan. Veremos quién las sufre: eres el hombre de la casa... conque busca el remedio. Si no... a no me ha de faltar.

Y el prudentísimo Cide Hamete dijo a su pluma: -Aquí quedarás, colgada desta espetera y deste hilo de alambre, ni si bien cortada o mal tajada péñola mía, adonde vivirás luengos siglos, si presuntuosos y malandrines historiadores no te descuelgan para profanarte. Pero, antes que a ti lleguen, les puedes advertir, y decirles en el mejor modo que pudieres: ¡Tate, tate, folloncicos!

Ahora dime la buenaventura exclamó el ladrón, tendiéndome la mano. Me puse á cavilar. Si muero para esa fecha, quedarás libre. ¡Muchas gracias! Y me arrepentí de haber echado tan corto el plazo. Quedamos en lo dicho: fuí conducido á la cueva, donde me encerraron, y Parrón montó en su yegua y tomó el tole por aquellos breñales... ¡Todo lo contrario, mi General!

¡Pobre madre mía! dijo la joven conmovida y sonriente al mismo tiempo, tan mal concordaba esa idea con la indolencia maternal. Si debiera dejarte pronto, me alegraría de que no te quedaras en este pueblo de iroqueses, de saber que estabas rodeada de afecciones dignas de ti y de pensar que encontrarías una segunda madre... ¡Dios mío! ¿En quién?

Dime, hijo mío, espero que te quedarás con nosotros algunas semanas. Hace mucho tiempo que no tienes vacaciones; esta vez quiero verdaderamente que pases aquí la estación entera de baños; que tendrás gran placer... Mi mayor placer es estar con ustedes, señora, usted lo sabe bien; pero el reposo no me conviene. No qué hacer cuando no me entrego a mis ocupaciones habituales.

Cuando yo muera, tendrás más, algo más que ese huerto de Alcira; no quedarás en medio de la calle, como tu mamá, tus hermanas y el perdis de Rafaelito.... Pero vuelvo a repetirlo: no quiero que te roben. Además, no tomes tan a pecho eso de la ruina de tu madre. Ella vive en la trampa como en su propio elemento, y ya sabrá salir de este apuro como de otro.

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