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Actualizado: 17 de junio de 2025


La antigua fe intentaba renacer en Luna, pugnando por arrojar lejos las nuevas convicciones que le dominaban; pero las lecturas del día siguiente bastaban para borrar estas reminiscencias que agitaban durante la noche su pensamiento.

Cuando quiso cerrar, no pudo. Una rodilla de Fernando, un codo, se apoyaban en la madera empujándola contra Mina, que oponía el obstáculo de todo su cuerpo. Y en esta situación, pugnando él por abrir y ella por cerrar, hablaron los dos en voz queda, temblona, cortada por estremecimientos de fiebre, como si estuviesen concertando algo penable en el obscuro misterio de este pasadizo a flor de agua.

Todos los presentes estaban suspensos, esperando el fin de aquel pleito, y de allí a poco volvieron el hombre y la mujer más asidos y aferrados que la vez primera: ella la saya levantada y en el regazo puesta la bolsa, y el hombre pugnando por quitársela; mas no era posible, según la mujer la defendía, la cual daba voces diciendo: ¡Justicia de Dios y del mundo!

Yo presumo que la rara y excepcional perversidad que a Felipe II se atribuye toma origen y fundamento en las prendas de su carácter y en los actos de su vida que más le ensalzan e ilustran: en la guerra sin tregua que hizo al protestantismo, pugnando para que no se rompiese el alto principio que informaba, dirigía y daba unidad a la civilización europea.

¿Por qué me llamáis hospiciana? exclamó la inocente pugnando para no llorar. Lo voy a decir a mi madrina. ¡Alza; corre a decírselo! replicó Concha empujándola a la puerta. Desde entonces no se le dio otro nombre entre la servidumbre. Amalia prohibió que la llevasen por la noche al salón. El conde, que ya no veía a su hija mas que este momento, pidió explicaciones.

Anoche rugía de dolor, alterando con sus gritos el silencio del dormitorio, quitando el sueño á los otros heridos, pugnando por levantarse para ir en busca del adversario y saciar en él su furia. La señorita de Maxeville es la única que sabe calmar á estos hombres. Yo vi, á la tenue luz del dormitorio, cómo empezó á bailar, con un plato en la mano. Este plato le servía de pandereta.

Bajo una higuera, negro parasol de ramajes enroscados, vio a unos payeses ocupados en escuchar a alguien que estaba en el centro del corro. Al aproximarse Febrer hubo cierto movimiento en el grupo. Un hombre surgió de él con rabioso impulso, y los otros le detuvieron, cogiéndolo de los brazos, pugnando por contenerle. Jaime lo reconoció por el lienzo blanco anudado bajo su sombrero. Era el cantor.

El ansia de recibir la caricia del sol impulsábalos hacia arriba atropelladamente, pugnando por sobrepasarse unos a otros. Eran a modo de hebras de una inmensa cabellera verde. La fuerza vital de cada árbol expandíase en línea recta, sin encontrar espacio suficiente para ensancharse en tal aglomeración.

La misa pasó en un soplo; el cura volvió hacia la sacristía, haciendo pausadas genuflexiones ante los altares, y cuando Pepe quiso salir halló obstruida la puerta por un grupo de gente que se le había adelantado, obligándole a detenerse. Ellas dos se dirigieron también a la salida. La vieja no le vio; iba pugnando porque no la estrujaran, sin preocuparse de otra cosa; pero Paz le sorprendió en el momento de levantar el seboso cortinón de la puerta.

Y los mozos, arremangados, inclinábanse sobre el vientre abierto de la bestia, que esparcía en torno regueros de sangre y de orín, pugnando por introducir a puñados en el trágico desgarrón las pesadas entrañas que colgaban fuera de él. Otro sostenía las riendas del caído animal y apretaba contra el suelo la triste cabeza poniendo un pie sobre ella.

Palabra del Dia

rigoleto

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