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Actualizado: 2 de mayo de 2025


El general Guido, el doctor Alcorta, dejan oír todavía en la Junta de Representantes algunas protestas enérgicas contra aquella agitación convulsiva en que se tiene a la ciudad; pero el mal sigue, y para agravarlo, Rosas reprocha al Gobierno, desde su campamento, los desórdenes que él mismo fomenta. ¿Qué es lo que quiere este hombre? ¿Gobernar?

El, cada vez más atrevido, tomó otras banderillas y las clavó, desoyendo las protestas de la gente, que temía por su vida. Luego repitió la suerte por tercera vez, siempre con torpeza, pero con tal arrojo, que lo que en otro hubiese provocado silbidos fue acogido con grandes explosiones admirativas. ¡Qué hombre! ¡Cómo ayudaba la suerte a aquel atrevido!...

Ni Paz sentía ya cortedad, ni Pepe manifestaba aquella desconfianza fundada en lo distinto que se le ofrecía el porvenir de cada uno: las frases que cambiaban eran protestas de cariño, promesas de firmeza, todo el repertorio monótono y vulgar de los enamorados, siempre romántico y exagerado, pero eternamente delicioso.

Inmediatamente mandó Pacha que la castigasen con todo el rigor de la ley; pero en el momento de la ejecucion, todos los habitantes reunidos imploraron su gracia con tanta instancia, y la pobre niña hizo tantas protestas, que al fin otorgóle el jefe su perdón.

La boca se le hizo agua: aquella excomunión le hacía cosquillas en el alma: ¡qué más podía ambicionar! En seguida pensó en tomar una postura moral digna de las circunstancias. Nada de aspavientos, nada de protestas. Se contentó con decir : El señor obispo no tiene derecho de excomulgar a quien no comulga; pero venga en buen hora la excomunión... y ahí me las den todas.

Salvatierra habló de ir a la gañanía, sin prestar atención a las protestas del aperador. ¿Pero, realmente, tenía empeño en dormir allí, un hombre de su mérito?... Ya sabes de dónde vengo, Rafael dijo el revolucionario. Llevo ocho años de dormir en peores sitios y entre gentes más infelices. El aperador hizo un gesto de resignación y llamó a Zarandilla, que estaba en la cuadra.

Aquella misma tarde escribió a Pepe una carta muy larga en que, pidiéndole perdón, le enviaba mil besos y le hacía mil promesas. «Adorada Paz: Por fin he recibido carta tuya. ¡Tantas promesas, tantas protestas, y has podido creer que yo quería a otra mujer! Bien haces en pedirme perdón.

Con ese mismo cuchillo se matará esta noche, si no llego a tiempo. ¿Quieres llevarme a su casa? Mantoux hizo nuevas protestas de que ignoraba el domicilio de la viuda, pero no pudo convencer al insensato viejo. Hasta las diez de la noche, el señor de La Tour de Embleuse le siguió a todas partes, al jardín, a la despensa, a la cocina, con la paciencia de un salvaje.

El Rey viene entonces, oye las reconvenciones que pensaba hacerle por escrito, é intenta calmarla con mil protestas de su amor. Pero la inclinación de Alfonso á la bella judía es tan poderosa, que no sólo lo fuerza á quebrantar sus mejores resoluciones, sino á descuidar los asuntos del reino.

Pero el gigante no quiso escuchar lo que juzgaba protestas políticas del revolucionario y le dió un golpe en la cabeza con uno de sus dedos, enviándolo otra vez al fondo del bolsillo. Llegó Gillespie al puerto, teniendo siempre ante sus pies un ancho espacio de terreno libre de gentío.

Palabra del Dia

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