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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Como Rojas insistiese en sus protestas, don Roque añadió para calmarle: Voy á ver si esta vez consigo probar su delito. Le «garanto», don Carlos, que haré cuanto pueda. Y se lamentó de los escasos medios coercitivos de que podía disponer. Toda la tropa á sus órdenes eran cuatro policías indolentes, con uniformes viejos y sin más armas que largos sables de caballería.

Estaba á la espera de un cargamento valiosísimo. Cuanto más aguardasen, más dinero iban á ganar... Pero sus palabras no convencían á Tòni. Recordaba las protestas de su capitán, quince días antes, por la falta de buena carga en Nápoles y su deseo de salir sin pérdida de tiempo. Al volver á bordo, el segundo buscaba á Caragòl, comentando ambos las transformaciones de su jefe.

Pero sus protestas se estrellaron ante la firmeza del hermano. Ella podía mandar en sus afectos, pero por encima estaba el honor de su casa.

Esto se pone feo, don Luis suspiraba el admirador de Inglaterra. Esto va á ser la muerte de las minas. Para darse cuenta de lo crítico de la situación, bastaba ver que los peones gallegos tomaban el tren y se iban á su país. Aquellos hombres eran capaces de rebelarse por su interés personal, pero apenas presentían protestas colectivas, escapaban asustados hacia su país.

Pero él fue discreto y no quiso abusar de la victoria, por temor de perder las ventajas adquiridas, y también porque empezaba a correr agudo frío en la solitaria alameda, y Amparo se levantó quejándose del relente y del aire, que cortaba como un cuchillo. Cruzáronse dos protestas de ternura, en voz baja, envueltas en el último apretón de manos, delante de la casa de la pitillera.

¡Vaya un asco! ¡Como si aquel estudiante honorario hubiese asistido al curso de anatomía media docena de veces...! Al fin, el tío, en vista de las protestas, se decidió a destrozar la pieza, pues en su calidad de solterón sabía un poco de todo.... ¡Brava manera de masticar!

Gallardo dejó transcurrir algún tiempo, para no encontrarse en su cuarto con el entusiasta y sus hijos. Luego miró el reloj. ¡La una! ¡Cuánto tiempo faltaba para la corrida!... Al salir del comedor y dirigirse a la escalera, una mujer envuelta en un mantón viejo salió de la portería del hotel, cerrándole el paso con resuelta familiaridad, sin hacer caso de las protestas de los dependientes.

Fernando hacía alarde de su autoridad, de su prestigio de Rey y Señor; D. Carlos manifestaba en cada renglón profundo convencimiento de sus derechos, arraigado en la falsa piedad. En sus cartas se veía, bajo las protestas de honradez y buena fe, la ferocidad de la ambición de las infantas brasileñas.

Pues señor... viro la cabeza mismo así..., ¡con perdón de las barbas!, con mi escopeta más agarrada que la Bula..., y de repente, ¡pan!, me pasa una cosa del otro mundo por encima de la cabeza, y me caigo del vallado abajo.... Explosión de preguntas, de risas, de protestas. ¿Una cosa del otro mundo? ¿Un ánima del Purgatorio? ¿Pero él era persona o animal o qué mil rayos era?

Delille se ponía colorado y los amigos se marchaban haciendo furiosas protestas de honradez literaria. En seguida la señora le colocaba las cuartillas delante. Ahora, querido poeta, a ganar el tiempo perdido. Si he trabajado mientras no estabas en casa. No importa. sabes que cada línea nos vale cinco francos aproximadamente. Es preciso hacer versos, hasta veinte duros, antes de almorzar.

Palabra del Dia

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