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Descendía hasta la ribera del mar formando diversos tramos, y á su final, un camino siguiendo el borde de la costa conducía al puerto. La mujer vaciló bajo el arco de entrada. Te advierto dijo amenazando con un dedo á Miguel que si vuelves á las tuyas, pido socorro. ¿Me prometes ser hombre serio?... ¿Palabra?... Bueno; marcha delante: no me fío. El se lanzó por la escalera como un explorador.

No me martirices, por Dios... Tengo aquí en el lado izquierdo un dolor tan vivo, que parece que me están abriendo el pecho con garfios... Quiero más morir que padecerlo... Escucha; voy á hacerte una pregunta... Según como contestes, así me matarás ó me darás la vida... ¿Prometes decirme la verdad?... ¿Lo prometes por la salud de tus hijos?...

-Yo lo hiciera -respondió Sancho-, pero no soy nada codicioso; que, a serlo, un oficio dejé yo esta mañana de las manos, donde pudiera hacer las paredes de mi casa de oro, y comer antes de seis meses en platos de plata; y, así por esto como por parecerme haría traición a mi rey en dar favor a sus enemigos, no fuera contigo, si como me prometes docientos escudos, me dieras aquí de contado cuatrocientos.

Una de aquellas tardes que fué, encontró sola a Carmencita, y apenas se saludaron, le preguntó Salvador: ¿Todavía lees aquel libro que te hace desvariar? Ella dijo, con su voz de melodía triste: Todavía.... Pues yo voy a traerte otro libro santo muy alegre, con tapas azules y letras de oro, si me prometes que leerás en él un poco todos los días. Si dices que es santo....

Doña Encarnación le interrumpió entonces diciendo: Juanita, nosotros tenemos tan buena opinión de ti, que estamos seguros de la sinceridad y de la firmeza con que prometes pagar; pero si dentro de seis meses no allegas los dineros, o porque tu madre, queriéndote mucho, no quiere darlos, o porque no os pagan vuestros deudores y no lográis vender la casa, tu sinceridad y tu firmeza nada valdrán pecuniariamente, aunque moralmente valgan mucho.

Los pescadores me esperan, emperador, en sus casas pobres de la orilla del mar. El ruiseñor no puede ser infiel a los pescadores. Yo te vendré a cantar en la noche si me prometes una cosa. ¡Todo te lo prometo! dijo el emperador, que se había levantado de su cama, y tenía puesta la túnica imperial, y en la mano su gran espada de oro.

Por fin, le miró de soslayo al través de las hojas, a la manera de un hada, y preguntó: Si bajo y te doy algunas, ¿me prometes mantenerte a distancia? El maestro asintió. ¡Así te mueras si lo haces! El maestro aceptó resignadamente tan terrible maldición. Melisa se deslizó del árbol, y durante algunos momentos no se oyó más que el mascar de piñones. ¿Estás mejor? preguntó con cierto interés.

Perdóname dijo Andrés realmente compadecido. Y sin poder resistir la tentación, sujetola un instante por los brazos y la dio un fuerte beso en la mejilla húmeda y brillante. ¡Eso es peor!... Vamos, déjeme usted... ¡Cómo se conoce que traigo la herrada!... Déjeme usted llevarla a casa, y veremos si después hace burla de . ¿Prometes volver?

¡Ojalá respondió Nieves , que entonces, como estuve tentada a hacerlo, te lo hubiera confesado todo! ¿Luego es cierto? Si me prometes oírme sin enfadarte conmigo, ni con nadie dijo ella subrayando esta palabra con una sonrisilla algo forzada , yo te referiré el caso con todos sus pormenores, que no dejan de ser de importancia.

Tengo miedo que te resfríes... es necesario irse a dormir... ¿En seguida? , te lo ruego, vida mía. Bueno, me voy, papá. Dame antes un beso... y tomó a la niña entre sus rodillas. ¡Así me gustan las niñas!... ¿ me prometes ser siempre buena, es verdad? Te lo prometo. ¿Aun cuando yo no esté ya aquí... aun cuando esté fuera? ... pero, ¿por qué te vas, papá?