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Actualizado: 4 de junio de 2025


Ottokar regresa á Praga lleno de sombrío resentimiento, siendo recibido por su esposa Ethelfrida con muestras de desprecio por su pusilanimidad. La Reina sale armada á su encuentro á la puerta del palacio, y embrazando una lanza, y le prohibe la entrada, de cuyo honor le reputa indigno.

Así se verifica que examinando á fondo el espíritu humano, encontramos en todas partes la mano bondadosa de la Providencia, que se ha complacido en enriquecer nuestro entendimiento y nuestro corazon con inestimables preciosidades . Sabiduría de la ley que prohibe los juicios temerarios.

Pero alzando luego la vista y fijándola en Vérod, se puso a su vez a interrogarle: ¿Tenía usted mucha intimidad con la difunta? El joven no respondió. Lentamente los ojos se le llenaron de lágrimas. No debo, no, decirlo... murmuró con voz ahogada. A nadie revelaré un secreto que no es mío... que no es del todo mío... Y hasta creo, mire usted, que a ella la lastimaría, que ella me prohíbe decirlo.

¡Caballeros, buenas tardes! Y se echaron los fusiles al hombro, rechazando la amable solicitud de algunos mozos que habían corrido a la taberna para traer unas copas. «Se las ofrecían sin rencor y sin miedo; al fin todos eran unos y vivían en la estrechez de la islaPero los guardias insistieron en su negativa. «Se agradece; lo prohíbe el reglamento.» Y se marcharon, tal vez para emboscarse a corta distancia y repetir el registro al anochecer, cuando la gente volviese dispersa a sus alquerías.

¿Por qué no quiere entonces prestar juramento? Ella le miró y no respondió. ¿Acaso pertenece usted a alguna secta que prohíbe prestar juramento?... Dígalo francamente, sin temor. El tribunal tomará en consideración sus explicaciones. No. ¿Cómo que no? ¿No pertenece usted a ninguna secta? No.

El concilio tercero de esta ciudad, del año 680, prohibe la representación de los mimos, ordenando especialmente á los clérigos y monjes que se abstengan de concurrir á los juegos escénicos. Las fiestas de corte, casamientos de príncipes, etc., invitaban á estos cómicos errantes á ejercitar su arte, ofreciéndoles rica recompensa.

Me he dejado llevar a la Opera por M. y Mme. de Larnaud, quienes me han asegurado que semejante espectáculo no viene a ser más que una academia musical, y, por consiguiente, la Iglesia no lo prohíbe.

La caridad nos hace amar á nuestros hermanos, pero no nos obliga á reputarlos por buenos, si son malos, no nos prohibe el sospechar de ellos, cuando hay justos motivos, ni nos impide el tener la cautela prudente, que de suyo aconseja el conocer la miseria y la malicia del humano linaje. Pág. 67.

Por un capricho la Regenta procuraba imitar la letra de la carta a que contestaba y que tenía delante de los ojos. «...No se queje de que soy demasiado breve en mis explicaciones. Ya le tengo dicho, amigo mío, que Benítez me prohíbe, y creo que con razón, analizar mucho, estudiar todos los pormenores de mi pensamiento.

Los franceses lo pueden decir; los extranjeros no lo deben creer. En este punto no hay otra realidad, que la existencia de una ley que prohibe el pauperismo. Existe la ley; nada más que eso. El cumplimiento de esa ley, es aparente, ficcioso; un golpe de palaustre francés. Efectivamente sucede que no se mendiga por las calles; lo que nosotros llamamos mendigar.

Palabra del Dia

rigoleto

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