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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Pero su alegría estaba envenenada por preocupaciones malvadas, y sin dejar de recibir saludos, Clementina pensaba: ¿Conseguiré destruir esta dicha que todos proclaman, elogian y envidian? Vió á Mauricio que hablaba alegremente con Herminia, mientras Roussel, en un círculo de señoras, prodigaba sus gracias y sus amabilidades. Una nube oscureció la frente de la solterona.
El cariño que tía y sobrina se profesaban era prueba indudable de la buena índole de ambas: las atenciones y el mimo que Julia prodigaba a doña Carmen contribuyeron mucho a que Ruiloz descubriese en la primera las cualidades que, hábilmente dirigidas, pueden ser la base de un hogar dichoso.
Y aquí cortara la visita doña Guiomar, y al señor Ginés de Sepúlveda dejara irse, por volver cuanto antes al jardín, impulsada por el ansia en que la tenía el haber dejado a solas y en lugar apartado y espeso a Miguel de Cervantes y a Margarita; que sobresaltada estaba la hermosísima viuda, y celosa y con toda el alma puesta en el jardín, antojándosela que oía ternezas y veía rendimientos que Cervantes prodigaba a Margarita.
Le hablaba con singular agrado y, aun delante del duque, le prodigaba atenciones que hubieran parecido mal a cualquier novio menos aturdido que éste. El comandante quería mostrarse insensible a este dulce reclamo, pero no podía. Veíasele rojo, tembloroso, cada vez que la condesita le llamaba para decirle algo.
¡Si por lo menos a ellos dos se les hubiera ocurrido, más tarde, seguir los vuelos de mi imaginación! pero mientras más tiempo Roberto permanecía entre nosotros, más observaba las relaciones de Marta con él, y más me convencía de que el interés que yo les prodigaba, se perdía totalmente.
Era sobre todo una amiga lo que ella necesitaba; por eso estamos todos muy agradecidos de que haga usted de esta querida niña una mujer cumplida. Esta opinión halagüeña salida de los altaneros labios de la condesa era preciosa porque la dama no las prodigaba; pero apreciaba a la institutriz en su justo valor y no temía decírselo.
Adriana, como una divinidad, prodigaba a capricho su favor y su desdén sobre los infortunados que alzaban hacia ella los ojos.
Mas cuando, por las circunstancias que quedan referidas, tuvo Jacobo que humillarse a ella y mostrársele rendido y avasallado, crecióse Currita al punto, y sin disminuirle en nada su íntima confianza, ni cercenarle tampoco los continuos y siempre indecorosos beneficios que le prodigaba, comenzó a dejarle sentir su yugo, a hacerle comprender que ella era allí la dueña absoluta, y a saciar su vanidad, primer elemento que en todos los actos de su vida y todos los sentimientos de su corazón entraba, presentándole a los ojos del mundo, vencido, sujeto y atado, como un hermoso rey prisionero, a las ruedas de su carro.
Mientras escuchaba las protestas de amor que su Manuel le prodigaba, creía en él y le adoraba, maldiciéndose a si misma, por imaginar que aquel hombre fuese capaz de algo malo; pero cuando a solas por la noche besaba el retrato de su madre, o cuando a la mañana se veía en el espejo, sentía nuevamente el alma invadida de temores; erguíase en su pensamiento la resistencia invencible al matrimonio, y en garantía de felicidad ansiaba ser amada como no lo fue su madre, como acaso no lo fue mujer alguna, con una pasión despojada de todo sensualismo, con afecto ideal, tan puro y limpio de deseos, que ni la posesión lograra mancillarlo ni el hastío destruirlo.
No obedece con tanta sumisión al Polo Norte la aguja imantada, como Romagné a M. L'Ambert. Esta heroica mansedumbre enterneció el corazón del notario, que, a decir verdad, nada tenía de blando. Sintió por espacio de tres días una especie de gratitud por los buenos cuidados que le prodigaba su víctima; mas no tardó en cobrarle antipatía y hasta horror.
Palabra del Dia
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