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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Tenía las mejillas encendidas y los ojos asustados. Procuraba evitar el encuentro con los de su penitenta, que sentía posados constantemente sobre él. Por atracción irresistible o por casualidad llegó un momento en que se cruzaron sus miradas. La joven dejó escapar una risita maliciosa. El sacerdote apartó prontamente la vista y permaneció grave, como si no la hubiera advertido.

Por eso cuando el joven, herido de algún desdén, de alguna palabra malévola de su mujer, se desataba en denuestos contra ella, sonreía con tristeza, procuraba calmarle, segura de que su cuñado no tardaría en humillarse, en ir contrito y avergonzado a besarle los pies. Cuando el prócer terminó al fin su monólogo, hubo unos instantes de silencio.

El Barón procuraba demostrarme con evidencia, empleando para ello muy elocuentes palabras, que yo, sobre ser hermosa, poseía tal majestad en el gesto, en los modales y en todo, que más parecía una princesa o una emperatriz que una perdida plebeya, puesta casualmente en zancos por su enlace con un ricacho usurero.

Watson había ido llevándose á Celinda más lejos, para que no presenciase esta lucha, pero al mismo tiempo procuraba no perder de vista al estanciero, por si le era necesario su auxilio. Al juntarse los dos hombres, condujeron á la joven hasta el lugar donde el ingeniero había dejado su caballo. No querían que Celinda viese al agonizante.

Entró en la taberna y le vi que pedía un vaso de agua para una señora que quedaba en el coche. La chica de la tía Bibiana quiso salir para servírselo, pero no lo consintió y él mismo fue a llevárselo. Yo había notado al través de los visillos que la señora procuraba ocultarse retirándose hacia el fondo del carruaje y esto despertó un poquito mi curiosidad.

Yo procuraba no darle mucha cuerda a Bárbara, ni dejarme arrastrar por ella, y me decía: «Tengamos serenidad y no chocheemos hasta ver...». Pero pensando en ello, te lo digo ahora en confianza, salí a la calle, me reía solo, y sin saber lo que me hacía, me metí en el Bazar de la Unión y...».

Mucho alardeaba de humilde y descuidada para su persona; mas al decir de la doncella, quedábanla restos de la más refinada coquetería, si bien ella procuraba ocultarlos.

El niño procuraba incorporarse exhalando ayes lastimeros, repitiendo siempre con acento de verdad profunda. «¡Yo no he sido!... ¡Yo no he sido!» Y con desgarradora expresión de pena, como si le dolieran más en el alma que sus heridas le dolían en el cuerpo los insultos que había oído contra su padre y su madre, repetía lastimeramente: Mi padre ha muerto... Yo no lo conocí... Pero mi mamá es una santa, santa... ¿Sabes ?... ¡Santa!...

Con el mismo esmero con que procuraba no manchar su inteligencia ni su voluntad con ideas o con afectos indignos, atendía a la material limpieza y al honesto adorno de su persona. Doña Luz era en todo la pulcritud personificada.

Enjuto, huesudo y fuerte, procuraba disimular su rudeza de hombre de pelea con una negligencia suave y perezosa. Los oficiales le trataban con gran respeto. Hartrott había hablado de él á su tío como de un gran artista, músico y poeta. El emperador era su amigo: se conocían desde la juventud.

Palabra del Dia

hociquea

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