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Si ha de decirse verdad, Maxi inspiraba aquel día a su novia un sentimiento de cariño dulce y sosegado, con su poquillo de lástima. Y él procuraba dar a la conversación tono familiar, hablando del tiempo o recomendando a la joven que tuviese cuidado de no olvidar alguna importante prenda de ropa.

Su táctica estaba sometida a dos principios, que lejos de limitar su campo de acción, lo ensanchaban: nunca procuraba enamorar a mujeres de gran inteligencia, y siempre ocultaba sus triunfos con absoluta discreción. Así eran tantas sus victorias: primero, por fáciles; luego, por ignoradas.

D. Francisco, que siempre procuraba En el real servicio señalarse: Como supo que este indio se jactaba De ser Señor, acuerda de tornarse De Potosí, y al Cuzco se bajaba; Y sabiendo podia confiarse De Loyola, esta empresa le ha nombrado, Y en breve mucha gente le ha entregado.

La madre, muy compadecida, y creyendo que aquella oveja extraviada llamaba de nuevo al aprisco, procuraba consolarla y prometíale escribir aquella misma noche al padre Cifuentes, anunciándole su visita.

La gente más fina de aquella vecindad, o la que más procuraba serlo, era la familia del cura, y estas dos sobrinas eclesiásticas se esforzaban en hacer contrastar su lenguaje atildado con el de su hermosa vecina. «Pero ¿no sabes, hijo, lo que me han dicho hoy? prosiguió Fortunata conteniendo la risa . ¡Ay qué gracia!... Te lo contaré para que te rías.

Era el señor don Carlos Fernández un caballero en toda la extensión de la palabra, fino, delicado, discreto, de clara inteligencia y de nobilísimo corazón. Tenía conciencia de su mérito, y procuraba, por todos los medios que estaban a su alcance, conservar su buen nombre, y cuidar de que ni la sombra más leve empañara su envidiable reputación.

Aunque el Adelantado procuraba Guardar cuanto podia la justicia, Y al malo con presteza castigaba, Se veia que pecaba de malicia: Con todo en gran manera le cegaba Al tiempo el menester, mas su codicia; Por donde vimos todos claramente, Que estaba muy malquisto entre la gente.

De rama a rama, de tronco a tronco, en todas direcciones subían y bajaban hilos de araña que se le metían por ojos y boca al ex-regente, que escupía y se sacudía las telas sutilísimas con asco y rabia. ¡Esto es un telar! gritaba, y se envolvía en los hilos como si fueran cables, procuraba evitarlos y tropezaba, resbalaba y caía de hinojos, blasfemando, contra su costumbre.

2 y he aquí un varón llamado Zaqueo, el cual era el principal de los publicanos, y era rico; 3 Y procuraba ver quién era Jesús; mas no podía a causa de la multitud, porque era pequeño de estatura. 4 Y corriendo delante, se subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí.

Desde tiempo ya procuraba no hablarme sin cierta reserva de aquella porción de mi vida de adolescente que no había tenido vinculaciones con la suya pero que no por eso estaba menos limpia de misterios. Apenas sabía mi domicilio o cuando menos ponía empeño en ignorarlo o en olvidarlo.