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Actualizado: 7 de octubre de 2025
Pero precisamente, continuó Castilla titubeando sobre lo que iba a decir, precisamente no pretendo que abandones el campo, de ningún modo. Ya te dije que Adriana me parece un soberbio tipo de mujer. Ha de ser una niña de aventuras, como hay tantas ahora, en nuestra sociedad. Mi consejo tiende sólo a prevenirte contra la posibilidad de que pudieras meterte de tal modo en este lío...
En estos días llevo cara de filósofo, es decir, de mal humor; una sonrisa amarga de indiferencia y despego a cuanto veo se dibuja en mis labios; llevo conmigo un lente, no porque me sirva, pues veo mejor sin él, sino para poder clavar fijamente el objeto que más me choca, que un corto de vista tiene licencia para ser desvergonzado; no saludo a ningún amigo ni conocido que encuentro, porque esto sería hacer yo también un papel en la comedia de que pretendo ser únicamente espectador, y que sólo para divertirme a mí creo por entonces que representa el mundo entero.
Hay allí un cuadro tan complicado y vasto, tan encantador y sorprendente que el visitante no sabe por dónde comenzar ni á qué objetos dar la preferencia. Repito que no pretendo describir, porque no alcancé ni á medio-mirar la mitad siquiera de los tesoros de arte y curiosidades que en el Palacio de cristal se encuentran.
No pretendo con esto introducir la terquedad y obstinacion en no creer estas cosas que pertenecen á revelaciones especiales, como hacen algunos: intento solo descubrir la verdad, y deseo que se hagan los hombres á exercitar la razon; y siempre tendré por prudencia desconfiar de las relaciones de muchas personas devotas concernientes á este asunto; y exâminarlas con toda la diligencia posible para evitar el error; porque algunas de estas revelaciones, ó mejor imaginaciones, son á la verdad inocentes, esto es, no incluyen cosa opuesta á los sagrados dogmas, ni disciplina de la Iglesia; pero hay otras llenas de peligro, y no fuera difícil mostrarlas en algunos libros donde se hallan impresas.
Vea usted, señorita: si Ricardo está creyendo que yo pretendo a Gabriela, es porque alguno le ha engañado.... ¡Alguno que ha querido burlarse de nosotros...! Luisa nos escuchaba atentamente, jugaba con el abanico, y sonreía al oirme. Teresa se quedó un instante pensativa. Oiga usted, Rodolfo: ¿me quiere usted hacer un favor? Veamos, ¿cuál?... ¿Tiene usted amores con esa señorita? No. ¿De veras?
No por esto pretendo disminuir la constante fidelidad de muchos, que ligados por las obligaciones de su nacimiento, lo hubieran sacrificado todo por el Soberano: solo deseo dar una idea positiva del estado en que generalmente se hallaban aquellas provincias. Ya dispuesto por José Gabriel Tupac-Amaru lo mas preciso para emprender su meditada usurpacion, no se detuvo en mas reflexiones.
Tampoco pretendo llevar mis escrúpulos hasta el extremo de suponer que Nieves me agasaja solamente porque me necesita; pues si tan delgado lo hiláramos en el mundo, ¿adónde iríamos a parar, ni en qué pondríamos nuestros afectos que los creyéramos bien colocados?
¿Qué está usted ahí hablando de grandes cantidades? preguntó Fortunata mirándola con sorpresa, y casi casi echándose a reír. No, si esto no es para que me digas la cifra exacta. Cállatela... haz el favor... que ciertas cosas vale más que se queden dentro. No vayas a creerte que pretendo me entregues a mí esos capitales para colocártelos... No, ya sabrás tú manejarte bien...
Sé lo que vas a decir... no piensas abandonarme, y eso me encanta... Sin embargo, si defecto hay en el mundo que me sea antipático y del cual trate de preservarme con el mayor cuidado, es el egoísmo... y la noche pasada me preguntaba a mí propia si el valor extremo que concedo a tu compañía no argüía un poco de aquella pasión con respecto a ti... Así, pues, hija mía, me ha parecido conveniente decirte que de ninguna manera pretendo confiscar tu vida en mi provecho... Eres bonita, hija mía, y a pesar de la adversidad que con tanta injusticia te ha herido, no es imposible, ni mucho menos, que algún pretendiente aspire uno u otro día a tu mano...
Usted padece hoy, y no es cosa de poco más o menos, sino alguna tribulación muy gorda lo que usted tiene dentro. No, ni me lo niegue. Su cara de usted es para mí un libro, el más hermoso de los libros. Leo en él todo lo que a usted le pasa. No valen evasivas. Ni pretendo que me confíe sus penitas, hasta que no se convenza de que el médico llamado a curárselas soy yo».
Palabra del Dia
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