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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Buenas noches respondió la joven sin volver la cabeza, mirando con fijeza al frente. Hoy la he visto a usted en un comercio de la calle de la Montera profirió el artista abriendo la boca un poco más. Puede ser repuso Presentación sin dejar de mirar al frente. Estaba usted comprando unas enaguas.
En este tiempo Godofredo se hallaba terminando una historia de Santa Isabel de Hungría, que se preparaba a dar a la imprenta. Y como quisiese poner al frente del libro el retrato de la Santa, pidió a Presentación el suyo para hacerlo grabar. Este rasgo ingenioso y delicado causó impresión profunda, tanto en su novia como en D.ª Carolina.
Algunos meses después del desgraciado accidente de Presentación, el causante directo y el indirecto de aquella desgracia resolvieron hacer una excursión al vecino pueblo de G... distante unas dos leguas, donde les dijeron que había un reo de muerte que sería ejecutado a los pocos días.
Pugnaba yo por entrar cuando vi cerca de mí a Presentación, que estrujada por espaldas y hombros muy robustos, mostraba gran aflicción y pesadumbre de haberse metido en tal fregado. Las otras dos y D. Paco no estaban allí. Al punto acudí a sacarla de apreturas, y al reconocerme se alegró mucho y me dio las gracias. ¿Dónde están las otras dos y D. Paco? le pregunté.
En efecto, cuando por algún apuro imprescindible D.ª Carolina la llamaba para que se estuviese al lado de los novios, mientras ella permanecía fuera, Presentación levantaba los brazos al cielo exclamando: ¡Dios mío, qué pecado habré cometido para desempeñar tan joven estos papeles! Y si la señora tardaba mucho, se escapaba diciendo: No puedo más. Dispensadme. Cuidado con ser buenos.
Al caer la tarde, creyendo observar en el estado de la enferma la presentación de síntomas aterradores, llamó por señas a su hermano, llevole lejos de la cama, y mostrándole el pomo, que contenía quince o veinte gramos de un líquido transparente e incoloro, le dijo: Voy perdiendo toda esperanza... ya no hay remedio. La misericordia de Dios es infinita repuso Marcelo.
¡Virgen Santísima! repetía Presentación . ¡Y esas niñas no parecen!... Vámonos al punto de aquí. Allí sale el Sr. Ostolaza... Me va a conocer. Marchamos por la calle de San José para tomar la del Jardinillo: pero no nos fue posible esquivar las miradas y la persecución del Sr. Ostolaza, que llamándonos desde lejos nos obligó a detenernos.
Mi ausencia la ha vencido...» Y al mismo tiempo que paladeaba la dulce satisfacción del amor y el orgullo triunfantes, un vago instinto le sugirió la sospecha de que esta mujer, repentinamente transformada, tal vez le quería menos ahora que en los días anteriores, cuando se resistía, aconsejándole que huyese. En el comedor hizo la presentación de su segundo.
Asunción y Presentación, al oír que yo era una especie de santo, me contemplaron con admiradas. Yo las miré también. Estaban tan bonitas, más bonitas que en Bailén; pero oprimidas bajo la exagerada pesadumbre de la autoridad materna, sus hermosos ojos estaban llenos de tristeza. Sin que su madre lo advirtiera, dijéronse algunas palabras por lo bajo.
Mi mamá nos ha visto dijo . Sr. de Araceli. Escápese usted, sálvese usted, pues todavía es tiempo. Subamos, y diciendo la verdad nos salvaremos los dos. En el corredor Presentación cayó de rodillas ante su madre que al encuentro nos salía, y exclamó con ahogada voz: Señora madre ¡perdón!, yo no he hecho nada. ¡Qué horas son estas de venir a casa!... ¿Y D. Paco, y las otras dos niñas?...
Palabra del Dia
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