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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Estoy vencida, luego no tengo razón... No te deseo ningún mal, pero quiera Dios, Francisca, que seas más honrada como esposa que como amiga... ¿Le amas al menos? Todavía no respondió Francisca después de un instante de vacilación. Pero ya le amaré añadió precipitadamente. O no le amarás murmuré llena de angustia... ¡Qué triste es vivir!...
Recordaba sus menores palabras y se las repetía complacientemente, como nos gusta oler de vez en cuando la rosa que hemos arrancado al paso. Cuando le vio aparecer en el encuadramiento de las cortinas del salón, Camila Liénard dejó precipitadamente el bordado en que trabajaba; brillaron sus ojos y una rápida oleada de rubor coloreó sus mejillas. ¡Bienvenido, señor Delaberge! dijo.
Del grito que soltó, retemblaron todas las vidrieras del palacio. ¿Qué ocurre? ¿Qué sucede? exclamó el Papa, asomándose al balcón precipitadamente. Tistet Védène estaba ya en el patio, fingiendo que lloraba y mesándose los cabellos: ¡Ah, gran Padre Santo, qué pasa!
Recogí mi bagaje precipitadamente, y á grandes saltos, conseguí ganar la orilla del torrente. Cuando volví la vista, el furioso elemento cubría ya el punto donde estaba acostado momentos antes.
Es verdad dijo Juan, precipitadamente, pero antes quiero que te pongas fuerte y buena, y ahora que estás más tranquila, quiero contarte fielmente mi entrevista con ella. Y empezó Príncipe a describir la ya narrada entrevista, con singular acierto y discreción que harían palidecer mi propio relato sobre aquella escena.
No estando avezado a estos lances, lo único que se le ocurrió fué regresar precipitadamente a Madrid, vender más títulos y volverse otra vez. Su hacienda mermaba de día en día. Cuando empezó el invierno tenía ya de menos algunos miles de duros; mas esto no le impidió seguir gastando lindamente.
Al caer en la cuenta de lo tarde que era, púsose precipitadamente el manto, y se despidió del Pituso, a quien dio muchos besos. «¡Qué fuerte te da, hija!» le dijo su hermana sonriendo. Y razón tenía hasta cierto punto, porque a Jacinta le faltaba poco para echarse a llorar. Y Barbarita, ¿qué había hecho en la mañana de aquel día 24? Veámoslo.
Al salir, pasó a mi lado y me dijo precipitadamente: Vaya usted a verme mañana temprano, se lo ruego... Me hará usted un gran servicio... Ya sabe usted que salimos a las nueve. Vacilé, extrañada, pero ella me tomó la mano, me la apretó con fuerza y me dijo: ¡Si usted supiera!... Vaya usted; se lo suplico.
Salvador, precipitadamente, interrogó: ¿Quieres tú dinero? Ruborizada, torpe, confesó: Quisiera tener un poco para dárselo. ¿Pero tú no necesitas nada para ti? Para mí no. Yo veo que te hacen falta muchas cosas, Carmen. Ella repitió con desaliento: Ninguna cosa me hace falta....
»En seguida se alejó precipitadamente. »Es alguno le dije, que ha querido burlarse de usted. »No, no me contestó haciendo la señal de la cruz; porque me ha parecido oír la voz de Carlos que venía a salvarla. »¡Carlos! exclamé; es imposible. »Sí, eso mismo he pensado yo; pero mi corazón me ha dicho que era él. Cuando se alejaba, después de estrechar mi mano, grité: »¡Carlos! ¡Carlos!
Palabra del Dia
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