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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Las molieron mejor que lo estaban entre las palmas, liaron los cigarros en silencio, encendió el tío Pepe la yesca después de dar veinte golpes al pedernal con el eslabón, y cuando comenzaron á fumar, sin otros preámbulos le metió el puño por el vientre al mozo de Entralgo y exclamó riendo: ¡Vé por ella cuando quieras, pillo! Quino agradeció la caricia tanto como la gentil respuesta.
Soñaba yo con el amable Buckingham, que me parecía delicioso con su insolencia, sus hermosos trajes, sus lazos de cintas y su ingenio, y me preguntaba por qué causa se desesperaba Alicia Bridgeworth, de verse en su casa, cuando mi tía me dijo sin preámbulos. ¡Qué fea está usted hoy, Reina! Yo salté en la silla. Aquí tiene le dije pasándole el salero. No pido la sal, tonta.
Traía muy estudiado el discurso, si puede llamarse discurso lo que iba a decir; y a fin de que no se le borrara de la memoria o se le enmarañara en el caletre, deseaba descargarse de él como quien suelta un peso y decirlo sin preámbulos. La ocasión se presentó propicia a su deseo. Juana estaba en la cocina, y Antoñuelo halló sola a Juanita cosiendo en la sala.
Dirigióse á mí sonriendo y me dijo: «¿Quiere usted que bailemos un poco?» Al mismo tiempo escuché los acordes de un vals de Strauss, tocado admirablemente por una orquesta invisible. Nos pusimos á bailar. Ella se abandonó en mis brazos como una niña y corrimos el salón de un cabo á otro sin tocar apenas en el suelo. Yo, sin gastar preámbulos, le declaré mi amor con palabras fogosas y apasionadas.
Estremecida por este pensamiento, Liette tomaba la pluma y escribía: «Señor conde.» Después se detenía de nuevo indecisa y turbada. ¿Qué hacer? Estaba dando vueltas en la mente por centésima vez a esta cuestión, cuando se paró a la puerta una «charrette» inglesa y Eva apareció en el umbral conmovida y agitada. La joven, sin más preámbulos, se echó en los brazos de la anciana admirada.
Martínez comprendió que había asomado la oreja lugareña bajo la piel del ministro cortesano, y entró en materia, dejando a un lado compasivos preámbulos y recetas caseras. Siento entonces venir a aumentarle a usted la jaqueca; pero el negocio es grave y urgente...
El príncipe le invitó á ocupar el sillón inmediato, pero Castro sólo quiso sentarse ligeramente en uno de los brazos del mueble, para indicar su deseo de que la entrevista fuese corta. Además, habló él primero, exponiendo rudamente su pensamiento, sin preámbulos. Te habrá dicho el coronel mi respuesta.
Para no tenerte más largo tiempo suspenso te diré sin más preámbulos que el tal personaje se llamaba Pepito Domínguez, joven paraguayo, que acababa de cumplir dieciocho abriles, y a quien el mencionado doctor, Presidente de la República, enviaba de Secretario de la Legación ubicua que ya tenía en todas las capitales de Europa y de la que su hijo, el segundo doctor López, era jefe.
Butrón, un cigarro dijo, y con el aplomo de un veterano, de repente, sin preámbulos, hizo estallar esta bomba: Está nombrada la camarera mayor de Palacio. La sorpresa hizo saltar de sus asientos a damas y caballeros, y desapareció como por ensalmo la jaqueca de la duquesa. ¿Quién es?... Pero ¿quién podía ser?...
Mi mamá y yo decíamos: «Quizás esté copiando para traernos algo de comer». ¡Qué chasco nos llevamos!; todo se volvía: Artículo primero, tal cosa; artículo segundo, tal cosa. Y luego: Quedo encargado de la ejecución del presente decreto. Hacía preámbulos atestados de disparates.
Palabra del Dia
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