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La luz también estaba proscripta del cuarto del enfermo, que era cuidado, en la oscuridad de los postigos cerrados y de las cortinas corridas, al trémulo resplandor de una lámpara. En estas condiciones la permanencia a su lado durante días enteros, constituía una verdadera fatiga, pues el señor Aubry, como nunca había estado enfermo, demostraba muy poca paciencia.

Era un caserón destartalado y obscuro, muy satisfecho de lucir sobre su pórtico ojival una vetusta cruz de arenisca roja, con una inscripción latina. Junto a aquella casa, vi otra más pequeña con postigos grises, y el jardín detrás. La conocí en seguida y entré sin llamar.

Cerró inmediatamente tras de él la puerta, para interceptar la salida de la luz: algunos pasos iban a bastar para llevarlo más allá del peligro de ser traicionado por los rayos que se filtraban a través de las rendijas de los postigos y el agujero de la alcoba.

Y sin embargo de merecer poco encomio como objetos artísticos, no puede negarse que la sillería del coro con su profusa talla, los púlpitos de caoba con sus grupos de pulido mármol al pié, el tabernáculo con sus dos cuerpos y cúpula de variados jaspes, y el retablo con su séria riqueza, forman un conjunto magestuoso, augusto, lleno de pompa, realzados con el oro prodigado en toda la arquitectura del templo, con la espaciosa escalinata del presbiterio, con las losas de Génova del pavimento, con las verjas, postigos y balaustradas de bronce, con la gran lámpara de plata que pende en la capilla mayor, y el altar calado de bronce y plata, cuando antes de analizar una por una las partes de la moderna catedral, se percibe de golpe la primera impresion producida, no por las formas, sino por la nobleza de la materia.

Se acercaron á la puerta, que tenía la forma de un arco, y estaba flanqueada á cada costado por una torre estrecha ó proyección del edificio, con ventanas de enrejado de alambre y postigos de madera. Levantando el aldabón de hierro, Ester dió un golpe al que respondió uno de los siervos del Gobernador, inglés de nacimiento y libre, pero que á la sazón era esclavo por siete años.

Ni siquiera se dio cuenta de que Carolina se había escurrido de la sala, y de su bullicioso regreso, llevando en la mano el periódico de la noche, húmedo aún. Con la presencia de la niña volvió Lady Clara en y a los apuros del presente. La señora de Galba cerró maquinalmente los postigos, encendió las luces y desdobló el diario.

Abajo, junto al agua, una casita blanca, con postigos grises, era el puesto de la Aduana. En medio de ese desierto, aquel edificio del Estado, con cifras como una gorra de uniforme, producía una impresión desagradable de indecible malestar. El pobre Palombo fue desembarcado allí. ¡Triste asilo para un enfermo!

Hice todo el camino mascando cigarros, que, en mi turbación, me olvidaba siempre de encender... En cuanto llegué a casa, corrí al espejo. Enciendo todas las bujías, echo el cerrojo, cierro los postigos, me examino por delante, por detrás, y de perfil también, por medio de un espejo de mano.

Cierra por un día tu molino, y ve en seguida a Eyguières, que es un lugarón que dista tres o cuatro leguas de tu residencia, un paseo, como quien dice. Cuando llegues, pregunta por el convento de las huérfanas. Pasado el convento, verás una casa de un solo piso, contiene postigos grises y un jardinillo detrás.

La pertinaz lluvia había cesado, las estrellas centelleaban, y a través de la ventana sin postigos, la luna llena, alzándose por encima de los fúnebres pinos, penetraba en el cuarto, bañando con sus rayos de plata la solitaria figura del sillón.