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Actualizado: 26 de junio de 2025


»Tuvimos un grave disgusto: el lindo perrito de la buena señora Tagarief, la esposa de nuestro querido secretario, el adorable «Tú-Tú» desapareció en la mañana del quince. Hizo la policía averiguaciones urgentes, mas «Tú-Tú» no ha parecido, y nuestro sentimiento es mayor cuanto es sabido que el populacho de Pekín aprecia extraordinariamente estos perritos, guisados en caldo de azúcar.

No se ve donde quiera sino calles asombrosamente inmundas, tortuosas, quebrantadas, estrechas, enredadas en laberinto; casas extravagantes, sin gusto ni armonía ninguna; un populacho activo, industrioso, pero que manifiesta en sus costumbres la incuria de los pueblos que han recibido educacion frailesca.

Elena acogió estas palabras con una sonrisa. ¡Pobre hombre! ¡Y aún decían que era un bandido!... Para ella resultaba en aquellos momentos el varón más interesante del país, el único caballero que se atrevía á hacer frente al populacho ofreciéndola su apoyo.

También los del Valeroso Portela, que dicen: Escuchen, señores míos, les diré de Juan Portela, el ladrón más afamado de la gran Sierra Morena. Calla, hijo, calla por Dios. Me estás envenenando con tus horribles coplas. Ningún joven guapo y decente aprende tales cosas. Esto está bien para el pueblo, para el populacho. ¿Sabes lo que es el populacho?

El populacho religioso admiraba sin peros ni distingos la humildad de aquella señora. «Aquello era imitar a Cristo de verdad. ¡Emparejarse, como un cualquiera, con el señor Vinagre el nazareno; y recorrer descalza todo el pueblo!... ¡Bah! ¡era una santa!». En cuanto a don Víctor, al pasar debajo de su balcón el Magistral y Ana preguntó a Mesía: ¿Están ya ahí?

Debía haber pasado el día en el campo; indudablemente, en la estancia de Rojas ó vagando por las inmediaciones del río en compañía de aquella muchacha del látigo. «¡Y yo aquí pensó , encerrada como una fiera, huyendo de los insultos de un populacho injusto!... ¡Y luego se asombran de que una mujer sea mala

Y el Obispo las iba llamando por rigorosa antigüedad, como en una peluquería, sin tener en cuenta si eran amas o criadas. «Era demasiado hacer el apóstol». Se le dejó. Pronto se vio rodeado nada más de populacho madrugador.

Y bastaba que diese un paso atrás, para que el populacho saludase esta precaución con insultos soeces. La noticia de lo ocurrido en Sevilla en la corrida de Pascua parecía haber circulado por toda España. Los enemigos se vengaban de largos años de envidia.

Después de pasar así ocho años, víctima voluntaria de los más insólitos tormentos, cree que debe humillarse aún más para merecer la gracia del Señor, y recorre ciudades y aldeas fingiéndose loco, y sufriendo las burlas é insultos del populacho.

Algunos ayes lastimeros se deslizaron entre el vocerío. Después sólo se veía una masa de gente en lúgubre cerco silencioso mirando al suelo. Tablas había tomado otra dirección. Por un momento el populacho se dividió. Los girones de aquella nube negra vagaron un rato por las calles de los Estudios, Toledo, plazuelas de San Millán y de la Cebada. Gran confusión reinaba.

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