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Actualizado: 26 de junio de 2025
Pero los conspiradores le siguen, le interceptan el paso, y uno de ellos, llamado Francisco Sálias, auxiliado del populacho, le obliga á volver á la casa capitular sin que los cuerpos de guardia que encuentran al paso opongan la menor resistencia, sino que, antes por el contrario, manifiestan su actitud amenazadora negando á su jefe los honores de ordenanza.
El brasero inquisitorial ardía durante siglos; el cielo azul obscurecíase con nubes de hollín humano; reyes, magnates y populacho habían asistido entre sermones y cánticos á las quemas de hombres con el mismo entusiasmo que provocan hoy las corridas de toros.
El Nacional conocía la historia política del país en relación con la tauromaquia, y a la par que execraba al Sombrerero y otros lidiadores partidarios del rey absoluto, hacía memoria del arrogante Juan León, desafiador de los públicos durante la época del absolutismo, el cual se presentaba a torear en traje negro, ya que a los liberales les llamaban «negros», y tenía que salir de la plaza entre las amenazas del populacho, afrontando impávido sus iras.
Abriose la puerta, o franqueada por dentro o rota desde fuera, que esto no se sabe bien. El populacho entró. Detúvose en el vestíbulo ante una figura que estaba allí sola, imponente, inmóvil, como imagen bajada de los altares. Era el Padre Sauri, joven, flaco, pálido, valiente.
Dígase á Mendoza que ningún inteligente calificará las suyas de pesadas, si desenvuelve algo más la fábula, porque su estilo, sin ser, á la verdad, el de la comedia antigua, es un estilo verdaderamente cortesano, y sería de deplorar que lo alterase, puesto que hoy en España no hay ya populacho.
Durante el cautiverio de Fernando el Deseado, mientras el populacho, inconsciente y salvaje, preparaba motines como el Dos de Mayo, los Tumbagas rodeaban al Rey, dispuestos a perder la vida en su servicio, aunque contenidos por la tradición, que les imponía antes el sacrificio del patriotismo que el de la propia lealtad.
Pero este espectáculo, si bien en los salones de la ciudad era de buen tono ante una escogida y culta concurrencia, delante de un populacho grosero y sobre la yerba de un prado de Cueto ó de Miranda, se prestaba á mil inconvenientes, el menor de los cuales era el ridículo.
Mas la viuda de Ti-Chin-Fú, las mimosas señoras de su descendencia, los nietos pequeñitos... ¿los dejaría bárbaramente morir de hambre y frío en las negras viviendas de Tien-Hó? No. Esos no eran culpables de las pedradas que me tiró el populacho.
Mas poco a poco, el tumulto fué creciendo... Ahora acababa de espiar por un postigo, y todo el populacho de Tien-Hó rondaba en torno de la hospedería... ¡La diosa Kaonine no se había satisfecho con la sangre del gallo negro!
Trabajillo parece que costó convencer al populacho de que aquel charlatán ensartaba disparates. Así lo refiere el autor anónimo del ya citado manuscrito. Después de nueve años y medio de gobierno, y cuando menos lo esperaba, fué el virrey desairosamente relevado con el futuro conde de Superunda en julio de 1745.
Palabra del Dia
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