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El Nacional conocía la historia política del país en relación con la tauromaquia, y a la par que execraba al Sombrerero y otros lidiadores partidarios del rey absoluto, hacía memoria del arrogante Juan León, desafiador de los públicos durante la época del absolutismo, el cual se presentaba a torear en traje negro, ya que a los liberales les llamaban «negros», y tenía que salir de la plaza entre las amenazas del populacho, afrontando impávido sus iras.

Y allá marchaban todos, afrontando la nostalgia del recuerdo o las necesidades del presente; revueltos, confundidos, igualados por la ilusión común... ¡Buenos Aires! ¡Qué magia poderosa la de este nombre, que hacía correr a los miserables, como ratones hambrientos, para ocultarse en las entrañas de los buques!... Se impacientó Maltrana ante la monotonía del desfile.

Su orgullo no le permitía desprestigiar la casa, poniéndoles un artesón de bazofia para que se hartaran; y afrontando despechada el conflicto, decía para su sayo cosas que habrían hecho saltar a toda la curia eclesiástica. «No lo que se figura este heliogábalo... cree que mi casa es la posada del Peine. Después que él me come un codo, trae a su compinche para que me coma el otro.

Ahora, figuraos el atrevimiento del hombre, que llega al punto de lanzarse entre los esposos en el fragor de la lucha, para ir, montado en una frágil barquilla, afrontando los golpes que se prodigan, en busca de la tímida embarcación detenida en la embocadura y no atreviendo á aventurarse.

Gastó en gargantillas de todos colores, en sortijas, espejucos y alfilerones de todas hechuras, un dineral: todo lo ahorrado de sus soldadas y algo más que pidió a cuenta, afrontando valerosa las indignidades con que la apostrofaba su amo.

Durante más de cien años, padres é hijos buscaron su ocupación en el mar: en cada generación había un capitán de buque encanecido en el oficio, que abandonaba el alcázar del barco y se retiraba al antiguo hogar de la familia, mientras un muchacho de catorce años ocupaba el puesto hereditario junto al mástil, afrontando la ola salobre y la tormenta que ya habían azotado á su padre y á su abuelo.