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Yo no debí poner los ojos con tanta complacencia en esta mujer peligrosísima. No me juzgo perdido; pero me siento conturbado. Como el corzo sediento desea y busca el manantial de las aguas, así mi alma busca a Dios todavía.

A la salida, Sánchez Morueta sólo osaba poner el pie en la calle cuando tenía su carruaje cerca y podía escapar, ante la mirada atónita de los solicitantes que esperaban horas y más horas.

En uno de los bancos de popa y confundido con los demás pasageros se sentaba un clérigo contemplando el paisaje que se desplegaba sucesivamente á su vista. Sus vecinos le hacían sitio, les hombres, cuando pasaban cerca, se descubrían y los jugadores no osaban poner su mesa cerca de donde él estaba.

No miraba nada; por nada del mundo habría osado poner la mano sobre ninguno de los objetos que me rodeaban; inmóvil, atento sólo a penetrarme de aquella indiscreta emoción, sentía agitarse convulsivamente mi corazón, y tan precipitados eran sus movimientos, que instintivamente me apretaba el pecho con ambas manos para ahogar en lo posible los incómodos latidos.

Casimiro, tío de las dos Princesas, que se hacen la guerra, ha llegado ya para poner fin á su contienda; al ver á Leonido, que, como salvador de Arminda, tiene libre entrada en el palacio, experimenta hacia él extraña simpatía. Leonido se queda anonadado; pero su amigo le hace volver en de su asombro, y se ofrece á tomar sus armas, y, fingiendo ser Leonido, á pelear con él.

Y, queriéndolo poner en efeto, hizo la mesma voz que no se moviesen, la cual llegó de nuevo a sus oídos, cantando este soneto: Soneto

El día en que menos lo pensase, vería a María de la Luz ir hacia él, diciendo que todo había sido una broma, para poner a prueba su cariño, y que lo quería más que antes. Pero el mocetón movía la cabeza negativamente. No; no me quiere. Esto se acabó y yo voy a morir. Relataba a Montenegro cómo habían terminado sus amores.

Y agora, porque se lo debo, y por darle gusto, quiero armar mi retablo y dar placer a cuantos están en la venta, sin paga alguna. Oyendo lo cual el ventero, alegre sobremanera, señaló el lugar donde se podía poner el retablo, que en un punto fue hecho.

Cuando quiere poner un término a la escena, finge tropezar con él, y le da un pisotón; el otro entonces le dice: perdone usted; y el calavera se incorpora con su gente. A los pocos pasos se va con los brazos abiertos a un hombre muy formal, y ahogándole entre ellos: Pepe exclama, ¿cuándo has vuelto? ¡, eres!

Ordené, pues, a mi parecer como prudente, bien así como el que sabe que para tal tiempo le han de quitar la casa donde vive y se provee de otra donde mudarse; ordené, digo, de salir yo solo, sin mi familia, de mi pueblo, y ir a buscar donde llevarla con comodidad y sin la priesa con que los demás salieron; porque bien vi, y vieron todos nuestros ancianos, que aquellos pregones no eran sólo amenazas, como algunos decían, sino verdaderas leyes, que se habían de poner en ejecución a su determinado tiempo; y forzábame a creer esta verdad saber yo los ruines y disparatados intentos que los nuestros tenían, y tales, que me parece que fue inspiración divina la que movió a Su Majestad a poner en efecto tan gallarda resolución, no porque todos fuésemos culpados, que algunos había cristianos firmes y verdaderos; pero eran tan pocos que no se podían oponer a los que no lo eran, y no era bien criar la sierpe en el seno, teniendo los enemigos dentro de casa.