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Actualizado: 7 de noviembre de 2025


No ha reformado con una mala teja su antigua casita de la plaza, ni ha vuelto a poner en ésta los pies; y se comprende en un hombre de sus circunstancias; muerto el señor cura, don Justo, ¿qué otra persona quedaba allí con quien «pudiera entenderse» él?

Nadie osaría poner en duda entre los convidados la inmensa superioridad de las señoritas de Corneta en cuanto a brillo aristocrático y gracia protectora. Sobre todo permaneciendo calladas tales cualidades adquirían maravilloso relieve.

Bien lo notó el Ilustrísimo Señor Obispo de esa diócesis en su visita, en la que dejó dadas las correspondientes providencias para remediar el doloroso abandono que advirtió en algunos pueblos, siendo maravilla el que con tanto descuido no faltasen ya muchas alhajas de la iglesia, mayormente sucediendo que a menudo suelen quitar y poner sacristanes, sin que a los entrantes se les entregue por cuenta la sacristía, ni a los salientes se les tome cuenta, de modo que si faltase alguna cosa sería imposible el averiguar cuándo o en qué tiempo había faltado; y si no suceden frecuentes extravíos o robos es porque los indios tienen mucha veneración a las cosas de la iglesia.

De la pelusa que tiene le van a salir más canas, y se va a poner como un alambre de flaca. ¿Pero qué remedio tiene sino conformarse...? Bastante he penado yo... que pene ahora ella. ¡Ah!, siento pasos. Francamente, no quisiera que me viera nadie, porque empezarán a decir que si salgo o no salgo, y no me gustan refirencias. Me parece que es D. Plácido el que sube.

Estoy dispuesta a morir por este hombre, si es preciso...». Pero no había modo de poner por obra tales propósitos. Ana buscaba y no encontraba manera de sacrificarse por el Magistral. ¿Qué podía ella hacer para contrarrestar la violencia de la calumnia? Nada. Nada por ahora.

Con este motivo el contrabandista contaba una peregrina historia; afirmaba haber descubierto al poner las vigas, en el fondo de una hendedura, una lechuza blanca como la nieve, ciega y escuálida, copiosamente abastecida de musarañas y murciélagos. Por esto, Marcos la había denominado la abuela de la comarca, suponiendo que todos los pájaros se preocupaban de alimentarla, a causa de su mucha edad.

Al poner Francisco Delaberge la palabra «urgente» en su informe dirigido a la Administración esperaba recibir una pronta respuesta. Los días que se pasaron aguardando la decisión ministerial pareciéronle tanto más largos por cuanto vivía muy solitario en la hospedería del Sol de Oro. La señora Miguelina se había hecho invisible de nuevo y parecía poner cada vez más empeño en esconderse.

Su padre se vio obligado, bajo coacción, a poner esa desgraciada cláusula en su testamento, lo cual significa que le temía. Si suspiró en voz baja. Usted tiene razón, señor Greenwood. Está absolutamente en lo justo. Ese hombre tenía en sus manos la vida de mi padre.

1 Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy, para que viváis, y seáis multiplicados, y entréis, y heredéis la tierra, de la cual juró el SE

Es casi imposible poner en las cuartillas uno de estos interiores de pueblo en que la tristeza se va condensando poco a poco y llega a determinar una modalidad enfermiza, malsana, abrumadora.

Palabra del Dia

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