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El fracasado alzamiento de Estenoz debe, por el contrario, impulsarnos á tomar medidas para lo porvenir; debemos, en otras palabras, poner los medios para impedir un nuevo brote racista que acaso resultaría más difícil de vencer, pues no siempre tendremos que habérnoslas con jefes tan prudentes como Estenoz ni con gobiernos americanos tan honrados como el que en la actualidad rige los destinos de la Gran República.

Aquí termina bruscamente la copia manuscrita de que me sirvo, y esta sensible circunstancia, sobre privarnos del resto de la Suma y narracion de los Incas, me impide á poner en su propio lugar una extensa nota sobre los meses peruanos; pues, poco seguro de haber restituido á sus nombres la forma que tenian en el original, quiero suplir el defecto con la série comparativa de las variantes con que los hallo escritos en los tratados que he podido consultar.

Traspasada de pena Benina al oír la referencia de tanto infortunio, cuya sinceridad no podía poner en duda, dijo al anciano que la llevara a donde estaba la niña enferma, y pronto fue conducida a un cuarto lóbrego, en la planta baja de la casa grande de corredor, donde juntos vivían, por el pago de tres pesetas al mes, media docena de pordioseros con sus respectivas proles.

Al poner el pie en él creyó percibir un sollozo ahogado, que la llenó de sorpresa y temor. Derramó la vista por todo el ámbito y percibió, allá en el fondo, a una señora tumbada en el sofá, ocultando el rostro con el pañuelo, en actitud de llorar. Acercóse, y por el traje la conoció en seguida. Era Irenita. ¡Irenita! Hija mía, ¿qué tienes? exclamó inclinándose sobre ella con solicitud.

Fue el privado de Felipe IV tan mal administrador de las rentas del Erario como celoso de las propias, las cuales llegaron a 450.000 ducados al año; tan vengativo, que mandó poner a Quevedo grillos de a nueve libras, y estando celebrándose los funerales del ilustre Duque de Fernandina ordenó que de las manos del difunto se quitase el bastón de general; tan funesto político que ocasionó la rebeldía de Cataluña y la pérdida de Portugal, el Brasil y el Rosellón; acérrimo partidario de leyes suntuarias, aunque inventor de las golillas; al mismo tiempo creador del papel sellado y ordenador de cacerías donde entraban al puesto del Rey veinte jabalíes en una tarde: la afición que mostró a las letras y las artes amengua en algo lo aborrecible de su tiranía; pero ni fue militar, ni ganó batallas, ni siquiera salió a campaña.

Lunes 15 de Octubre: «Y porque el viento cargaba á travesía de Sueste, no me quise detener y partí para la nao, y una almadía grande estaba á bordo de la carabela Niña...» «y la almadía que habían dejado la llevamos á bordo de la carabela Niña... y traía un cestillo á su guisa en que tenía un ramalejo de cuentecillas de vidrio y dos blancas, por las cuales conocía que venía de la isla de San Salvador y había pasado á aquella de Santa María y se pasaba á la Fernandina, el cual se llegó á la «nao»; y le hice entrar, que así lo demandaba él, y le hice poner su almadía en la nao...»

Creemos que provienen directamente de él y que han conservado muy fielmente su forma primitiva. El origen indio de estos alfabetos no se puede poner en duda.

Pero, volviendo a la plática que poco ha tratábamos del encanto de la señora Dulcinea, tengo por cosa cierta y más que averiguada que aquella imaginación que Sancho tuvo de burlar a su señor y darle a entender que la labradora era Dulcinea, y que si su señor no la conocía debía de ser por estar encantada, toda fue invención de alguno de los encantadores que al señor don Quijote persiguen; porque real y verdaderamente yo de buena parte que la villana que dio el brinco sobre la pollina era y es Dulcinea del Toboso, y que el buen Sancho, pensando ser el engañador, es el engañado; y no hay poner más duda en esta verdad que en las cosas que nunca vimos; y sepa el señor Sancho Panza que también tenemos acá encantadores que nos quieren bien, y nos dicen lo que pasa por el mundo, pura y sencillamente, sin enredos ni máquinas; y créame Sancho que la villana brincadora era y es Dulcinea del Toboso, que está encantada como la madre que la parió; y cuando menos nos pensemos, la habemos de ver en su propia figura, y entonces saldrá Sancho del engaño en que vive.

Al llegar a la cruz del Rompeolas, los hombres suelen poner en ella la mano y las mujeres los labios. En el camino, Cashilda me explicó una particularidad que yo no sabía. Si las chicas quieren un novio marino me dijo , tienen que besar la cruz por el lado del mar; y si lo quieren terrestre, por el lado de tierra. Según parece, hay algunas que no tienen inconveniente en ser anfibias.

Los títulos de los libros muestran el amor propio de sus Autores, porque poner títulos grandes, pomposos, magníficos, y llenos de términos ruidosos, prueba que su Autor ha hecho de mismo y de sus escritos un concepto grande é hinchado. Por esto alabaré siempre la modestia en los títulos.