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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Llevaron a Martín a un cuarto desmantelado y polvoriento, en cuyo fondo había una alcoba estrecha, con las paredes cubiertas de unas manchas negras de humo. Sin duda los huéspedes mataban las chinches quemándolas con una vela o con la lamparilla y dejaban estos tranquilizadores rastros. En el gabinete y en la alcoba olía a cuadra, olor que venía de las junturas de las maderas del suelo.

Iban llegando los otros carruajes, con ruidoso cascabeleo y polvoriento patear de las bestias en la cuesta de Marchamalo. La explanada se llenaba de gente. Formaban la comitiva de Dupont todos sus parientes y empleados.

Sin embargo, este D. Casiano, cuando se encerraba en el cuartucho polvoriento y fementido que le servía de despacho y se colocaba delante de su mesa atestada de expedientes, no resultaba un hombre primitivo, sino bien refinado.

El cuerpo pequeño, ágil y flaco, va envuelto en un vestido de los que fabrican á centenares los grandes almacenes para uniformar con elegancia barata á las parisienses pobres. Por debajo de la falda asoman unas pezuñitas de terciopelo polvoriento. Sonríe con un esfuerzo visible, frunciendo al mismo tiempo las cejas.

Cuando necesitaba ayuda se la pedía á algún vecino que por corto estipendio, y á veces sin él, se la prestaba. Por eso la sala en que ahora estaba leyendo dejaba mucho que desear en cuanto al aseo. Los muebles antiquísimos y polvorientos, el suelo desigual y polvoriento, los libros rugosos y polvorientos también.

España no es un pueblo, es un museo desordenado y polvoriento de cosas viejas que atrae a los curiosos de Europa. En él, hasta las ruinas están arruinadas. Los ojos de don Martín, el cura joven, se fijaban en Gabriel. Parecían hablarle expresando el entusiasmo con que acogía sus palabras.

El dejarla, quitar el estorbo y volverla a levantar, fue obra de un momento; mas como estuviese abierta la puerta de la alcoba que ocupó Tirso, don José fijó con tristeza en ella la mirada, y en aquel cuarto solitario, polvoriento y frío, creyó el pobre anciano ver retratado el abandono en que él había de quedar dentro de pocas horas.

A la derecha, la muestra hereditaria del notario Hardoin, tercero de ese nombre... ¡Lo que él había jugado en el polvoriento despacho con los dependientes encaramados en sus altos asientos! Y qué risa la suya cuando el principal abría de repente la puerta de la oficina para regañar a los culpables y se detenía desarmado ante su ahijado instalado majestuosamente en su propio sillón...

Era una puerta como otra cualquiera; pero cuando se cerró otra vez, pareciole al enamorado chico cosa diferente de todo lo que contiene el mundo en el vastísimo reino de las puertas. ii Echó a andar hacia Madrid por el polvoriento camino del antiguo Campo de Guardias, y volviendo a mirar su reloj por un movimiento maquinal, tampoco entonces se hizo cargo de la hora que era.

Vivía el tal en la travesía de Moriana, en un cuarto grande, polvoriento, tenebroso, lleno enteramente de muebles y cuadrotes de vario gusto y precio, despojos de su enorme clientela. Museo del lujo imposible, del despilfarro, de las glorias de un día, aquella casa era toda lágrimas y tristeza.

Palabra del Dia

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