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Actualizado: 4 de junio de 2025
Guillermina dio dos golpecitos en la puerta, y abriéndola un poco, asomó por ella su cara sonrosada y sus ojos vivos. «Hijo, al ver la luz en tu alcoba, dije: ese pobrecillo estará en vela todavía. Veo que acerté. ¿Qué es eso?, ¿has pasado otra mala noche?». Ya lo ves. Pasa. No he dormido nada. ¿Y tú? ¿Yo?, del lado que me acuesto, amanezco.
La feroz pillería lo había arrojado en una acequia de aguas estancadas, y de allí le sacaron sus hermanos cubierto de légamo nauseabundo. Teresa le acostó en su cama al ver que el pobrecillo seguía temblando entre sus brazos, agarrándose á su cuello y murmurando con voz semejante á un balido: ¡Mare! ¡mare!... La madre reanudó sus lamentaciones.
Nadie sabe que he venido. Peor sería ir al teatro no habiendo aquí nadie de tu familia. Ni siquiera el bobalicón de tu tío. ¡Pobrecillo! Bueno le dejé... El teatro le ha vuelto el juicio, o, mejor dicho, aquella corista... Mariquilla. Está loco. Pero el loco de atar eres tú. ¿Cómo te las has compuesto para que te den ese cuarto? El cómo, no lo sé; el para qué, figúratelo.
¡Cosas tuyas, Gabriela! exclamaba la señora. ¡Nada le toleras a Pepillo! Niña: piensa que el pobrecillo está enfermo.... Recuerda que es muy desgraciado.... El jorobadito y yo hicimos buenas migas; yo compadecía su miseria, y él me respetaba y me quería.
Ya no le llamarían «borrego». Amaba más a los explotadores que a sus camaradas de miseria. La desgracia, siempre ciega, había visto claro esta vez al castigarle por medio de la codicia de aquellos a quienes él defendía. ¡Pobrecillo! De todos modos, era uno de los suyos: una víctima más, por la que había que protestar. Maltrana dejó de ver al señor José.
No sé qué tenían sus obras, que llevaban siempre el sello de su nariz, visión que me persiguió en sueños varias noches; y el mismo efecto de pesadilla me causaban dos rizos tan largos como poco frondosos, que de una y otra sien le colgaban. Por lo que el traje, dejaba traslucir, era fácil suponer su cuerpo como de lo más flaco, amojamado y pobrecillo que en Safos se acostumbra.
El compañero de la pierna rota era llevado en alto por su mujer y su madre. El pobrecillo gemía de dolor a cada movimiento brusco, pero se tragaba las lágrimas y reía también como los otros, viendo que el cargamento se salvaba y pensando en aquel chasco que hacía reír a todos. Cuando los últimos fardos se perdieron en las calles de Torresalinas, comenzó la rapiña de la barca.
La cola dió todavía algunos brincos sobre la arena. ¡Pobrecillo! exclamó la condesa. ¡Para qué lo has matado! Señorita, dicen que estos animaluchos hablan con las brujas y les cuentan todo lo que oyen. Parece increíble, ¿verdad?... Pues á mí de chico me sucedió que una vez hablé mal del maestro con otro compañero, y prometí vengarme de él cuando fuese mayor. Un lagarto nos estaba escuchando.
Se ha ido a enamoricar el pobrecillo de una mujer que sólo goza teniendo a los hombres rendidos a sus pies... Además, aquí entre nosotros, y que no sea decir nada contra Villa, que es una excelente persona, ¿cree usted que es partido para la condesa del Padul un comandante de infantería? Por no murmurar de un amigo ausente, me encogí de hombros.
Demetria, abre y dame un poco de agua, que tengo sed y estoy rendido dijo Nolo con vozarrón de falsete. ¡Pobrecillo! ¿Por qué no le hemos de abrir? exclamó Felicia. Y levantándose de su tajuela y con la rueca sujeta á la cintura á guisa de lanza, se dirigió á la puerta y la abrió. ¡Nolo!... Pero ¿eres tú?... ¡Cómo habíamos de pensar!...
Palabra del Dia
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