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Actualizado: 25 de julio de 2025


Puso la abadesa bajo un sobre la carta para el padre Aliaga y las dos copias adjuntas á ella, y con la dirigida al duque de Lerma, la entregó á Montiño. Dadle un pliego le dijo al señor duque de Lerma, y el otro al señor inquisidor general. ¡Al inquisidor general! ¿Y cuándo? Al momento. ¿Y si me detuviere el duque de Lerma? En cuanto os veáis libre. ¿Tenéis algo que mandarme, señora? Nada más.

Las dimensiones van en el pliego de éstas. Juan de Escalante al tratar de la clavazón recomienda la de hierro de Vizcaya con exclusión de la cabilla de madera que usaban las naciones del Norte, y añade que la de bronce es la mejor, pero la más cara. Por ello, sin duda, se empleaba poco.

A uno de ellos, á quien la civilizacion no ha dañado, que ha llegado á ser un hábil buscador de fósiles y que es quien pone el pliego en la prensa tipográfica que imprime este informe, acabo de mostrarle una lámina de la obra de Castelnau que representa un baile de enmascarados entre los indios Garajas.

Meditando sobre todo eso, Delaberge volvió a su mesa de trabajo, releyó su informe, examinó de nuevo las notas puestas en los planos y doblando cuidadosamente todos esos papeles, los metió en un sobre. Quiso llevar él mismo el pliego a correos, y luego, cuando ya lo hubo dejado en manos de la receptora, regresó despacio a la hospedería.

Los criados se habían retirado ya. De pronto apareció Mauricio en el comedor, diciendo que alguien me buscaba. ¿A ? pregunté sobresaltado. , traen una carta.... ¿Quién la trae? No lo conozco. Me levanté precipitadamente en busca del desconocido. Me traía dos cartas: una de Linilla y otra de tía Pepa. Corrí a leerlas. ¿Qué pasa? preguntó don Carlos. ¿Algo de cuidado? Abrí el pliego.

Con su elegante letra inglesa, fina y corrida, había escrito al frente de un pliego: ¡Qué animal más hermoso es el hombre!

Concedióselo la señora con ademán soberano, y acto continuo el poeta sacó del bolsillo interior de su levita un pliego de papel de barba que desdobló con mano temblorosa. No se oía en el gabinete una mosca. «A la esclarecida señora D.ª Fredesvinda BejaranoEra una oda en que se la ensalzaba hasta las nubes, presentándola como una protectora de las bellas artes, una nueva Cristina de Suecia.

No quiso abrir el misterioso pliego hasta después de tomar la sopa. ¿Por qué no soñar? ¿Qué era aquello? O. F. decían dos letras enroscadas como culebras en el lema del sobre. De parte de doña Obdulia, había dicho el criado.

Refrenando con dificultad su impaciencia, el Vizconde sintió pasar los días con lentitud hasta que llegó el 20 al cabo. Aún no habían dado las diez de la mañana, cuando le trajeron un grueso pliego cerrado y sellado.

por cierto: que vuesa merced se venga conmigo á palacio, para lo cual he traído una litera y algunos tudescos añadió el gentilhombre. ¡Cómo! ¡que vaya yo ahora mismo á palacio! ¿pues que, está enfermo su majestad? No, señor. ¡Ah! ¿y quién os envía? El mayordomo mayor; pero ese pliego dirá á vuestra paternidad, sin duda, lo que yo no le puedo decir. Veamos.

Palabra del Dia

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