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Actualizado: 23 de junio de 2025
He sabido también, que la casa Aubry estaba mal preparada para soportar semejante choque; el señor Aubry es menos industrial que artista; parece que el año pasado ha gastado sumas enormes en ensayos. Este terrible suceso lo sorprende, pues, en plena dificultad pecuniaria. He ahí cuál es su situación. Como ves, no es brillante. ¿Y qué puedo hacer?
Van á verse dentro de poco; don Marcos le ha invitado á comer en su casita de Beausoleil, convencido de que su compañía será agradable al príncipe. Toma la mano artificial de éste, y no parece notarlo. Sus ojos y su pensamiento están puestos en los vidrios del café, inflamados en plena tarde, á través de los cuales pasa el cadencioso susurro de los violines.
Teniendo plena conciencia de sus propios errores y de sus infortunios, trató desde muy temprano de ejercer una estricta vigilancia sobre la tierna alma cuyos destinos estaban á su cargo. Pero esta tarea era superior á sus fuerzas, ó á su capacidad.
El torbellino parisiense la había tomado desde su llegada, para no soltarla más. Ni una hora de alto ni descanso. Sentía la necesidad de entregarse a sí misma, a solas durante algunos días, por lo menos, de consultarse, interrogarse a su gusto en la plena tranquilidad y soledad del campo, pertenecerse, en fin, tener un momento suyo.
Era rubia y muy blanca, verdaderamente hermosa y bien formada, aunque algo gruesa, como si en plena juventud pretendiera la carne ahogar a la belleza.
Deme usted su breviario, hermanita propuso Pomerantzev a la monja . La reemplazaré a usted un rato. La monja, que, en plena juventud, se pasaba la vida leyendo oraciones a la cabecera de los muertos, aceptó muy gustosa la proposición y se retiró a un ángulo del cuarto. Había tomado a Pomerantzev por un miembro del personal de la clínica o por un pariente del difunto.
Desde luégo, declarado había que por su nobleza podía aspirar á la mano de la más linajuda dama, sin otro obstáculo en su camino que la falta de bienes de fortuna. Por primera vez en su vida deseó tenerlos, y aunque no dudaba del amor de Constanza, sabía también que la hechicera joven no le daría su mano sin contar antes con la plena aprobación de su padre.
Reprimió, no obstante, la lengua, porque en plena tertulia le parecía ridículo y de mal gusto desatarse en injurias contra el procaz Arturo. Sus ojos sólo denotaban su furor. Miraba al poeta como si quisiera devorarle con el fuego de su mirada. Rosita, por ligereza de carácter, por irreflexión, se había dejado llevar de la charla del poeta y le había reído los chistes.
Al verte ahora, siento la misma curiosidad que ante uno de esos vestidos viejos que en otro tiempo fueron nuestra alegría. Veo fríamente los defectos, las ridiculeces de la moda pasada. Nuestra pasión murió porque debía morir. Tal vez fue un bien que huyeses. Para romper después, cuando yo me hubiese amoldado para siempre a tu cariño, mejor fue que lo hicieses en plena luna de miel.
A las siete de la tarde se saludaban con un beso en plena calle, como enamorados que se encuentran por primera vez, y luego de su comida volvían al nido de la rue de la Pompe. Argensola se vió rechazado, en todos sus intentos de amistad, por el egoísmo de esta pareja. Le contestaban con una cortesía glacial: vivían únicamente para ellos.
Palabra del Dia
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