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Actualizado: 6 de julio de 2025


Para probarlo, ahí está lo único que ha escrito: una plegaria a la Virgen, para que la reciten los soldados antes de entrar en fuego. Y usted, Juanito, ¿siente realmente la vocación militar? Mucho. Desde que supe leer y abrir libros, quise ser igual a los grandes capitanes que veía en las láminas, erguidos sobre el caballo, con la espada en la mano, arrogantes y hermosos.

Cuando el excusador subió al púlpito, terminada su plegaria, no pudo reprimir un gesto de impaciencia.

Doña Guiomar le envió con un criado antiguo, en buena cabalgadura, un lacónico billete diciéndole que regresara cuanto antes, porque su abuelo se hallaba muy malo. En efecto: don Íñigo, consumido por un mal misterioso, pasaba terriblemente a mejor vida, con los labios estremecidos por incesante plegaria. Aquella triste carne, manando humores, anticipaba al sepulcro su trabajo siniestro.

También Marcelina sabía cantar La Stella confidente y la Plegaria a la Virgen.

Por fin, entregando la espuela, para que fuera colocada otra vez en el sepulcro, terminó de este modo: Vuelve a descansar con los huesos de tu dueño, reliquia de la vieja honra cristiana, mientras nosotros rezamos una oración por el alma desconocida, que seguirás ennobleciendo en la muerte. Quitose el sombrero, e inclinando la cabeza, musitó una plegaria. Ramiro le imitó.

Serafina, por disposición de Mochi, que quiso halagar los sentimientos religiosos del concurso, cantó una plegaria a la Virgen, de un maestro italiano.

Años hace que el ángel de mis sueños oyó, desde el mundo de la luz, mi triste plegaria y el funeral doblar que escribe en el libro de la vida la última letra, al confundirse con el ruido de la piqueta que abre la fosa y el martillazo que cierra el ataúd; últimos adiós que se elevan desde el fondo de la tumba á los que quedan esperando en el teatro del mundo la realidad de la muerte.

Cuando hubieron terminado, asomáronse uno y otro sobre las peñas, y, entrelazando sus brazos, la mirada fija en el mismo punto del horizonte, entonaron la siguiente plegaria, con ese acento peculiar del que recita palabras ilustres, cuyos ecos están siempre despiertos en la memoria. Ella dijo: «El amor santo y el insomnio se añudan como una cuerda para darme tormento

¡Ángel de mi vida! dijo al fin Rosita , ¡yo quisiera morir así en tus brazos, con los ojos fijos en los tuyos, con mis manos entre las tuyas! Pues yo no, amor mío; lo que quisiera yo es vivir siempre así. ¡Oh, ! vivir siempre así, porque vivir es estar a tu lado; vivir es amarte... Así, mi plegaria de cada noche a la Virgen, es que proteja nuestros amores, querido mío.

Sobre el mármol de la mesa de noche, medio apoyado contra la lámpara, reposaba un libro, todavía abierto, como si se le hubiera dejado allí en el momento de apagar la luz. Sobre todo aquello parecía cernerse esa paz serena e indefinible que revela el alma pura de una niña. La que allí moraba se había dormido la víspera con una plegaria para despertarse en la mañana con una sonrisa.

Palabra del Dia

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