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Como todo buque tiene la misma arma agresiva, un combate naval es á modo de una lucha de pulpos en los abismos marítimos, entrelazando la maraña de sus patas metálicas, tirando el uno del otro, hasta que el más hábil ó el más forzudo consigue paralizar al adversario. Además, los navíos están armados con unos aparatos que hacen oficio de tijeras para cortar los cables metálicos del enemigo.

De belleza incomparable es la escena, en que, trabajando como esclavo en los jardines reales, ofrece flores á la princesa Fénix, y ambos, en un diálogo lleno de tierno entusiasmo, y bajo el símbolo de las estrellas y de las flores, comparan lo infinito con lo transitorio del mundo real; una escena, que, como dice J. Schulze, «nos arrebata de la tierra, entrelazando todo lo mundano en una corona fúnebre, y llevándonos del vasto cementerio de nuestro planeta, abundante en sepulcros, á la patria eterna de las almasEl Príncipe sucumbe al fin á tantos dolores y sufrimientos, acumulados en su persona; lo vemos en el peldaño más bajo de la humillación; la majestad y hasta la grandeza de su alma parecen extinguirse, y, sin embargo, dura su constancia.

El secreto es mío ahora repuse, aun cuando no le dije que la misteriosa bolsita de gamuza se había extraviado. ¿Pero no sabe usted, hombre, lo que eso implica? gritó, poniéndose de pie delante de y entrelazando y retorciendo sus delgados dedos nerviosa y agitadamente. No, no lo contesté riendo, pues trataba de aparentar que tomaba sus palabras con ligereza.

Cuando hubieron terminado, asomáronse uno y otro sobre las peñas, y, entrelazando sus brazos, la mirada fija en el mismo punto del horizonte, entonaron la siguiente plegaria, con ese acento peculiar del que recita palabras ilustres, cuyos ecos están siempre despiertos en la memoria. Ella dijo: «El amor santo y el insomnio se añudan como una cuerda para darme tormento

Los árboles de teck, sagú, mangostán, cedro, bambú, arenghe, saccaripre, betel, rotang y otros infinitos, se apiñaban, entrelazando su ramaje y sus raíces, y los bejucos y las plantas trepadoras formaban impenetrables redes corriéndose de un árbol a otro, subiendo, bajando y serpenteando por la tierra. No faltaban los árboles frutales silvestres.