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Actualizado: 10 de junio de 2025
Gracias á los documentos que hemos citado, podemos presentar nueve alfabetos: cuatro Tagalos, uno Ilocano, dos Visayas, uno Pangasinan y uno Pampango. Los dos últimos de la plancha marcados con los nos[*] 11 y 12, los hemos tomado de la interesante publicacion de K. F. Holle , que tuvo comunicacion de ellos por Riedel que, al dárselos
Si está sirviendo, se despide y deja de servir; y ya no cose, ni lava, ni plancha, ni friega, ni guisa, sino para su marido y para sus hijos. El hombre, salvo en raras ocasiones, es quien trabaja, busca y granjea o garbea lo necesario para el sostén de toda la familia.
Apenas el gitano pronunció estas palabras, cuando de la tartana cayó al agua una especie de puente flotante, e inclinado, que estaba amarrado a la borda del buque por largos brazos de hierro. El caballo apoyó fuertemente sus patas delanteras sobre la extremidad de la plancha y de un vigoroso salto ganó el combés que se elevaba muy poco por encima del mar.
Cerca de la proa se produjo una columna de humo, de gases en expansión, de vapores amarillentos y fulminantes, subiendo por su centro en forma de abanico un chorro de objetos negros, maderas rotas, pedazos de plancha metálica, cuerdas inflamadas que se disolvían en ceniza. Ulises ya no dudó. Acababan de recibir un torpedazo. Su mirada ansiosa se esparcía sobre las aguas.
El Barón y un proyecto de ferrocarril, por X. X. X.; un tomo, una peseta. Los pequeños poemas: quinta edición, única completa: 1882; un tomo, 5 pesetas en Madrid, y 5,50 en provincias. Encuadernados a la inglesa con una elegante plancha, 1,50 pesetas más. Doloras y cantares: décimo-sexta edición, única completa, con el retrato del autor.
Dejaron el taller y se dirigieron a esa avenida de los arrayanes de que tanto hemos hablado en el curso de nuestra narración. Recordará tal vez el lector que en uno de los extremos de la citada avenida existía una plancha de tiro: en frente, al lado opuesto, había un asiento rústico empotrado en la pared.
Este tono de protección, tan impropio del estado de ambos, chocó extraordinariamente a Salvador; pero su asombro y alarma subieron de punto cuando Navarro, después de tener un rato las palmas de las manos sobre la lumbre, fue hacia su hermano, y poniéndole sobre el rostro una de aquellas manos que quemaban como plancha de hierro, le dijo pausadamente: Deja que acabe esta gran campaña, y luego veremos.
A la mañana siguiente, Paula, por orden de su señora, llevó a la niña al cuarto de la plancha, la sentó en una silla alta y pidió las tijeras a la doncella, que cosía al pie del balcón. ¿Qué vas a hacer? preguntó Josefina. Cortarte el pelo. ¿Por qué?... Yo no quiero que me cortes el pelo. Y se bajó resueltamente de la silla. Paula tornó a alzarla. ¡Quieta! le dijo severamente.
Palabra del Dia
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