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Luego, colocándose la garrocha bajo el brazo, la apoyó en un gran poste empotrado en la pared, picando varias veces con gran esfuerzo, como si tuviera al extremo de la lanza un toro corpulento. El pobre jaco temblaba y doblaba las patas con estos encontronazos. No se regüerve mal... dijo Potaje con tono conciliador . El penco es mejó que yo creía.

El gabinete de lectura, que también servía de biblioteca, era estrecho y no muy largo. En medio había una mesa oblonga cubierta de bayeta verde y rodeada de sillones de terciopelo de Utrecht. La biblioteca consistía en un estante de nogal no grande, empotrado en la pared. Allí estaban representando la sabiduría de la sociedad el Diccionario y la Gramática de la Academia.

Puede que en tu tierra se den esos casos; pero lo que es aquí... donde lo tienes es en los patios, en las corraladas, debajo del suelo de las leñeras, almacenes y bodegas, y, si a mano viene, empotrado en las paredes... Mismo poder yo discubrierlo él... Yo dicer ti, si quiriendo , si casar migo.

En el patio, que fue Zementerio de S. Sebastián, como declara el azulejo empotrado en la pared sobre la puerta, no se veían más seres vivientes que las poquísimas señoras que a la carrera lo atravesaban para entrar en la iglesia o salir de ella, tapándose la boca con la misma mano en que llevaban el libro de oraciones, o algún clérigo que se encaminaba a la sacristía, con el manteo arrebatado del viento, como pájaro negro que ahueca las plumas y estira las alas, asegurando con su mano crispada la teja, que también quería ser pájaro y darse una vuelta por encima de la torre.

Dejaron el taller y se dirigieron a esa avenida de los arrayanes de que tanto hemos hablado en el curso de nuestra narración. Recordará tal vez el lector que en uno de los extremos de la citada avenida existía una plancha de tiro: en frente, al lado opuesto, había un asiento rústico empotrado en la pared.

En el hogar, saliente y no empotrado en la pared, alegraban la vista con sus llamas y daban grato calor la pasta de orujo, los secos sarmientos y la leña de encina y de olivo. Abundaban allí los muebles cómodos, y nunca faltaba, por lo menos, una mesa de tresillo. De diario eran tertulianos constantes el padre Anselmo y don Andrés.

Este monumento, dice este escritor, fué erigido en el año 960 de nuestra cuenta, es de mármol y se conserva casi íntegro en el claustro de la Santa Iglesia metropolitana de Tarragona empotrado en la cortina de pared del lado del poniente: que Conde refiere que Abderraman III mandó construir este arco y colocarle por fachada del Mibrab ó adoratorio interior de la mezquita principal de Tarragona, que segun indicios estaba muy cerca ó en el mismo recinto que ocupa hoy su grandiosa catedral, que principió el Santo arzobispo Olegario por los años 1128.

Ya se entiende que este edificio había de estar aislado, no empotrado entre casas como los pobres teatros que ahora tenemos, salvo el teatro Real, tan abominablemente feo en lo exterior, que harto bien merece estar empotrado. Construído ya el teatro, sería menester dotarle de toda la maquinaria, decoraciones, trajes y demás riquezas y esplendores que en el de Viena hay y se lucen.