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Actualizado: 2 de junio de 2025
No; la sociedad no era un ejército; era más bien un rebaño triste y manso, que los malos pastores obligaban a pastar en campos de desolación, reservándose para ellos las mejores tierras. Los lobos de la desgracia rondaban en torno de él, arrebatando las reses más débiles, las que marchaban a la cola. Te digo, Isidro continuó , que soy otro, y que cada día pierdo algo de mis creencias.
D. TELL. Si no tomo Venganza con propias manos... ¡Dar a Elvira! ¡Qué es a Elvira! ¡Matadlos!... Pero dejadlos; Que en villanos es afrenta Manchar el acero hidalgo. Vase. PELAYO. No le manche, por su vida. SANCHO. ¿Qué te parece? PELAYO. Que estamos Desterrados de Galicia. SANCHO. Pierdo el seso, imaginando Que éste no obedezca al Rey Por tener cuatro vasallos. Pues ¡vive Dios!...
MANRIQUE. Ya vuelve ... LEONOR. ¿Dónde estoy? MANRIQUE. En mis brazos, Leonor. LEONOR. ¿Qué rumor es ése?... MANRIQUE. ¡Cielos!... Tal vez... LEONOR. ¿Adonde me llevas? Suéltame por Dios... ¿no ves que te pierdes? MANRIQUE. ¿Qué me importa, si no te pierdo a ti? LEONOR. ¿Pero qué significa ese ruido? MANRIQUE. No es nada, nada. LEONOR. Ese resplandor... esas luces que se divisan a lo lejos.
¡Se me parte el corazón al separarme de estas piedras!... ¡Pierdo a mis amos, piérdolos para siempre, yo que los vi nacer!.... ¡Nosotros somos ovejas y ellos son lobos que nos enseñan los dientes! ¡Son leones y de mucha nobleza! Don Juan Manuel llega por aquel camino aldeano, de verdes orillas. El loco, la viuda y los huérfanos le acompañan.
Y, libre como el águila del cielo, Podré cruzar los mares, cual me ordenas. Dame, ¡oh! musa, tu voz, dame tu acento para cantar al héroe sin segundo, cuyo nombre feliz susurra el viento de la apartada Iberia al Nuevo Mundo... De tu gloria en el piélago infinito se pierde el alma mía; y aunque mis alas débiles agito por abarcar tu colosal recuerdo, cuanto más lo investigo, más me pierdo.
Empezó a oír en su interior, repetida como un estribillo, la dulce frase murmurada por Julio, pocos días antes, junto a la iglesia de Nueva Pompeya: "Si a usted la pierdo, viviré sin vivir". Pero esta frase no llegaba todavía a conmoverla.
Tú sírveme bien, y no te importe lo demás. Toma, para ti. La propina fue respetable. Me paece a mí que me está usted metiendo en un berenjenal. A ver si usted se come el queso y yo pierdo el pan. Yo lo remediaría. Otra cosa. Por lo que pueda ocurrir, es indispensable que me digas dónde vivís.
A veces me imagino en el caso de no verla nunca más, y siento que continuaría queriéndola lo mismo, siempre. Aunque... si a usted la pierdo, Adrianita, viviré sin vivir. Ya lo sé, ya lo sé, pero escúcheme, tal vez pueda expresarme... Si ahora soy buena, lo debo a usted; seguramente es la mía una bondad transitoria, que sin usted moriría.
Pero Clara en aquel momento se abrazó a ella y estalló en sollozos. La estupefacción de su cuñada llegó a los últimos límites. ¡Cómo! ¿Qué significa esto...? ¿Qué le ha hecho usted a mi hermana, caballero...? ¡Dígalo usted ahora mismo! ¡Ahora mismo o me pierdo y le tiro a usted del bigote!
De mis viñas vengo, no sé nada; no soy amigo de saber vidas ajenas; que el que compra y miente, en su bolsa lo siente. Cuanto más, que desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano; mas que lo fuesen, ¿qué me va a mí? Y muchos piensan que hay tocinos y no hay estacas. Mas, ¿quién puede poner puertas al campo? Cuanto más, que de Dios dijeron.
Palabra del Dia
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