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Actualizado: 26 de junio de 2025
¿Para qué hora piensan salir? Yo voy a ir a despertarlo. Será, señor, si no hace un paseo más largo... ¿Qué paseo? El galope con la «Pampita»... La «Pampita»... la «Pampita»... repetían Lorenzo y Ricardo. En el momento en que Lorenzo abría la puerta para salir al corredor, llegaba Baldomero con el mate en la mano. ¡Vaya, don Lorenzo, así me gusta! Ya ve: lavado y listo. ¿Y los compañeros?
Ahora me arrepiento, porque no me atrevo a confiar esto a papá, y además hay veces, como ahora, en que me parece inútil escribir estas cosas: no siempre las cosas que se piensan necesitan ser escritas; y otras, no sé escribirlas o no lo puedo... ¿Por qué habrá ciertas cosas que no se pueden escribir, ni siquiera decir? ¡Pero si yo tuviera una hermana! ¡A ella se lo diría todo, estoy segura!...»
Al contar mis últimas impresiones sobre mi asunto favorito, hablé del deseo de saber lo que piensan los hombres que no se casan. ¿Para qué? preguntó la de Ribert un poco asombrada. Para comprender sus motivos de celibato. Puesto que hay solteronas recalcitrantes que lo son a pesar suyo, tendría curiosidad de saber los motivos que alegan esos caballeros para despreciarlas de ese modo.
Este poema obscuro, estrambótico y repugnante, fue despreciado en su cuna, y yo le trato hoy como le tratáron en su patria sus coetáneos. Por lo demas, yo digo mi dictámen sin curarme de si los demas piensan como yo.
Marquesa, que no era otro que aquel festivo diplomático a quien conocimos en octubre de 1807, partió el día 4 para Córdoba a unirse con su hermana y sobrina, y, ¡cosa rara! me dijo aquel curioso servidor , se llevó consigo a la jovenzuela. ¿De suerte que ahora están todos en Córdoba? le pregunté. Sí, y según noticias, no piensan venir hasta que no se acaben estas cosas.
Pretenden que su joven hija se le parece; pero de ese modo piensan las personas que no saben las cosas que pasaron antes de que ellos nacieran. En cuanto a mí, debo saberlo bien, porque ayudé al viejo pastor señor Drumlow. Dicho esto, el señor Macey hizo una pausa. Despachaba su relato por entregas, haciendo pausas para ser interrogado, según la costumbre.
En suma, los animales no son máquinas, sino que tienen alma, aunque no sea inmortal, sino perecedera, y piensan y discurren, y sobre todo sienten y padecen, que es lo que importa afirmar aquí. Al matarlos, pues, para comérnoslos, no procedemos con ellos amable y generosamente.
¡Oh, son muy dichosos los músicos del tercero! Fijos los ojos en las semicorcheas, ebrios de ritmo y de ruido, sólo piensan en contar sus compases.
Y en el cielo suceden las cosas lo mismo que en la tierra; como que son los hombres los que inventan los dioses a su semejanza, y cada pueblo imagina un cielo diferente, con divinidades que viven y piensan lo mismo que el pueblo que las ha creado y las adora en los templos: porque el hombre se ve pequeño ante la naturaleza que lo crea y lo mata, y siente la necesidad de creer en algo poderoso, y de rogarle, para que lo trate bien en el mundo, y para que no le quite la vida.
Aquí es de advertir, que hay algunos que con mala fe atribuyen en las disputas á su contrario ciertas cosas, que este ni las ha imaginado; y otras veces le atribuyen ciertas proposiciones, que piensan deducirse de la doctrina que el contrario enseña, aunque en la realidad este las niega, y no ha tenido él ánimo jamas de admitirlas; y esto lo hacen para triunfar del enemigo entre la gente ruda, que no alcanza estos artificios.
Palabra del Dia
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