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Sólo una niña de pocos meses quedó en la carreta-choza jugando con un perro. El domador no ofrecía ese aire, entre petulante y grotesco, tan común a los acróbatas de barracas y gentes de feria; era sombrío, joven, con aspecto de gitano, el pelo negro y rizoso, los ojos verdes, el bigote alargado en las puntas por una especie de patillas pequeñas y la expresión de maldad siniestra y repulsiva.

Era petulante, pero con petulancia graciosa, jovial y dulce, que a nadie ofendía. Sus finos modales y su simpática figura contribuían mucho a producir tan buen efecto. Aquella noche le había dado por denigrarlo todo.

Ya me está a cargando esta canción estólida murmuró Martín. ¿Cuál? preguntó el extranjero. La jota. La encuentro como una cosa petulante. Me parece que le estoy oyendo hablar a ese viejo navarro de la posada. El que la canta quiere decir: «Yo soy más valiente que nadie, más noble que nadie, mas heroico que nadie

Del antiguo seminarista bordelés, del bizarro galán joven del teatro del Gimnasio, ya no quedaba nada: los ojos habían perdido su mocero ardimiento; los labios, pálidos, temblaban en el óvalo pulcramente afeitado del rostro enjuto; el ademán era frío y borroso; el busto se inclinaba hacia la tierra; en el mento, antes desafiador y petulante, ya no quedaba voluntad.

Sirva el rubor con que lo confieso de expiación á mi singular audacia y á la petulante idea de convocar tan esclarecido jurado, para dar á conocer uno de los más ridículos abortos que de mente humana han podido salir.

Aunque la madre amaba á su hija con la intensidad de un afecto único, había tratado de conformarse con la idea de que no podía esperar en cambio sino muy poco: un cariño pasajero, vago, con arranques de pasión, petulante en sus mejores horas, que nos hiela con más frecuencia que nos acaricia, que se muestra besando las mejillas con dudosa ternura, ó jugando con el pelo, ó de otro modo semejante, para desvanecerse el instante inmediato y continuar con sus juegos de costumbre.

Tenía dos compañeros: Cabritilla, empleado en la administración del barrio central, tieso, y amarillo como una vela de entierro y el petulante teniente Conceiro, hábil tocador de viola francesa. Mi existencia se deslizaba equilibrada y tranquila.

Al cabo de un momento repitió maquinalmente, como si no diese importancia á lo que decía: Has perdido poco. El ganado regular, pero los chicos no por qué no duermen esta noche en la cárcel... ¡Qué guasa, hija! ¡qué guasa! La tabernera tampoco despegó los labios. Su rostro estaba sombrío, amenazador. Velázquez se levantó al cabo de la silla y se dirigió hacia ella con sonrisa petulante.

Toos parecéis frailes descalzos en esta casa; no vos entra la gana más que cuando suena la hora. Voy, voy allá, grandísimo tragón, roedor dijo Concha posando sobre la silla el libro y la ballena y dirgiéndose con paso petulante hacia el aparador. Se entendían admirablemente.

Seducido por los guisos de fonda que saboreaba en los banquetes conmemorativos de grandes jugadas, no podía avenirse con el talento culinario de su Teresa, y había tomado una cocinera procedente de una gran casa. La riqueza improvisada daba al señor Cuadros un airecillo petulante y fanfarrón.