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Actualizado: 27 de junio de 2025


Al oír el grito de Elena levantó la cabeza y en sus labios sinuosos y amoratados se dibujó una sonrisa feroz. ¿Conque también se viene usted por aquí, Elenita? ¿Y no tiene usted miedo a las fieras? La esposa de Reynoso quedó inmóvil, petrificada, sin poder responder una palabra. Hizo esfuerzos por sonreír, pero resultó una mueca. ¡Oh!

La hermosa, que tenía los ojos clavados en el vacío, volvió la cabeza hacia su adorador, le miró unos instantes con expresión vaga, distraída, como si no le viese. Levantose de pronto y se alejó sin decir palabra para sentarse enfrente. El indiano quedó con la misma sonrisa estereotipada en el rostro; la mueca petrificada de un sátiro.

Los muros, enteramente desnudos, muestran á la roca viva á los sedimentos de arenisca levemente petrificada que componen el terreno, muy bien igualados y nivelados. ¡Pobres gentes! ¡Con qué gusto y buena voluntad, con qué candido orgullo de aseudosidad nos invitaban aquellas mujeres á visitarles sus grutas, desde la puerta hasta el último rincón.

Al dejar la estacion y penetrar en la ciudad podría uno creer que ha salido momentáneamente de Bélgica y se halla en una ciudad española, triste, abandonada, estacionaria, petrificada por las tradiciones de peor carácter.

Clementina quedó petrificada, lívida, mirándoles con ojos donde se pintaba más el espanto que la cólera. Hubo un instante en que estuvo a punto de perder el sentido, en que todo comenzó a dar vueltas en torno suyo. Pero su orgullo hizo un esfuerzo supremo y permaneció clavada al suelo, inmóvil como una estatua de yeso, y tan blanca.

Inmediatamente tomé yo un plato de arroz, del que aun no se había servido y lo lancé detrás de la botella. ¡Ah miserable pilla! vociferó mi tía, lanzándose sobre . No se me acerque le dije retrocediendo; si me llega a tocar, esta noche misma escribo a mi tío de Pavol. ¡Ah!... dijo mi tía, quedando petrificada y con el brazo extendido.

Al sur y a larga distancia limitan esta llanura arenisca los Colorados, montes de greda petrificada, cuyos cortes regulares asumen las formas más pintorescas y fantásticas; a veces es una muralla lisa con bastiones avanzados, a veces créese ver torreones y castillos almenados en ruinas.

La gran huronera, desafiando al tiempo, permanece tan pesada, tan sombría, tan adusta como siempre. Ninguna innovación útil o bella se nota en su mueblaje, en su huerto, en sus tierras de cultivo. Los lobos del escudo de armas no se han amansado; el pino no echa renuevos; las mismas ondas simétricas de agua petrificada bañan los estribos de la puente señorial.

Donde quiera se destacan, sobre colinas revueltas de lava petrificada, castillos estupendos de titánico aspecto, Bastillas seculares de la feudalidad casi muerta en el mundo, pero todavía muy resistentes en Alemania; ó ruinas monstruosas y sombrías, pero imponentes aún, osamentas destrozadas de diez generaciones de tiranos y bandidos nobles, petrificadas sobre el lecho volcánico que los propietarios escogieron en armonía con su terrible mision.

Se han encontrado montones de pradera petrificada bajo los hielos y en las mismas rocas se encontraron huellas enmohecidas de aquellos «anillos del diluvio» que, según nuestros modernos sabios, son amonitas fósiles. Por eso más de cien montañas de Persia, de Siria, de Arabia, del Asia Menor se ha indicado como desembarco del patriarca, segundo padre de los hombres.

Palabra del Dia

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