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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Estaba construida con botes viejos de conservas, que reemplazaban a los ladrillos; el techo era de latas de petróleo enrojecidas y oxidadas por la lluvia. Unos tablones carcomidos empotrados en la pared exterior servían de bancos. El «Ventorro de las Latas» era el punto de reunión de los dañadores antes de emprender la marcha. Comenzó a cerrar la noche.
Rusia es el único país del mundo cuya producción de platino excede a la de Colombia. Este metal, que se encuentra siempre mezclado con oro, viene principalmente del cascajo de los ríos de Choco, de Platina y de Condota. Hay depósitos de petróleo, semejantes a los de Beaumont, Tejas, como los hay de carbón y hierro.
Mientras Pirovani escribía las últimas palabras, su rostro empezó á dilatarse con una sonrisa bondadosa. Moreno, el argentino, no enviaba su pensamiento tan lejos. Escribía en la casita de madera donde estaba instalada su oficina, bajo la luz de un quinqué de petróleo; pero su imaginación, siguiendo la línea del ferrocarril, se detenía, á dos días de marcha, en un pueblo cercano á Buenos Aires.
Siempre preferiré a unos cuantos belitres como sus agregados de embajada, príncipes del turf o reyes del cotillón, uno de esos reyes del petróleo de los que se ríen en Francia, pero cuya iniciativa, cuya actividad y cuya inteligencia alimentan millares de existencias, o un general viejo, como el príncipe de San Remo, que ha arriesgado veinte veces la suya. Pero es muy feo, señorita.
Exactamente como si su marido fuese un gato, Fierabrás se frotó todavía varias veces contra las sayas de su esposa, dio unas cuantas vueltas roncando, y al fin entró en la casa en la misma posición. Una vez allí, quiso, al parecer, levantarse, pero no pudo. Mareado por el alcohol, por las vueltas que había dado en cuatro pies y por la viva luz de la lámpara de petróleo, dio consigo en tierra.
Salimos, pues, juntos, y haciendo comentarios sobre las actrices, bastante escandalosos por cierto, dirigimos nuestros pasos a una tienda de montañeses que Suárez conocía en la plaza del Pan. Entramos, pasamos por en medio de varios parroquianos y fuimos a sentarnos en un cuartito de la trastienda, alumbrados por una lámpara de petróleo colgada de la pared.
Estaban prendiendo fuego á la iglesia de los jesuítas. Una parte de la manifestación, rezagada en el ensanche, sitiaba el templo, rociándolo con petróleo. Ya ardían las puertas. La guardia civil corrió allá á todo galope, abandonando la manifestación. Aresti sentía un entusiasmo casi igual al del Barbas. ¡Ya ardía el odiado cubil! ¡Bilbao despertaba!... Pero iban llegando nuevas noticias.
Reinaba en el barrio cierta confianza, una especie de comadrazgo perpetuo, un comunismo amigable: de casa a casa se pedían prestados, no solamente enseres y utensilios, sino «una sed» de agua, «una nuez» de manteca, «un chisquito» de aceite, «una lágrima» de leche, «un nadita» de petróleo.
Como soy ignorante en botánica, no podré decir con exactitud qué plantas eran las que tan profusamente lo adornaban, pero me parece que las que crecían en el viejo bote de petróleo eran azáleas, y estoy seguro que había hortensias en una barrica, geránios en varios cacharros desportillados, y «no-me-olvides» en una lata de sardinas.
El faro de las Ánimas era de última clase; alguna persona de influencia de Elguea había conseguido que le llevaran allí a Urbistondo; pero éste creía que el mundo entero dependía de su linterna. Le parecía también un asunto trascendental y complicadísimo encender la lámpara de petróleo y ponerle la chimenea.
Palabra del Dia
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